Imaginario social y discurso psicoanalítico.

Por Rómulo Aguillaume Torres.

Quizás el título de mi trabajo podría haber sido la crisis del psicoanálisis en la postmodernidad y haberme sumado así, a la enésima reflexión sobre el tema. Decir que el psicoanálisis está en crisis no es decir mucho, la crisis del psicoanálisis es una parte de su identidad. El psicoanálisis siempre fue una disciplina en crisis, lo que, entre otras cosas, condicionó su marginalidad y su fuerza y hoy únicamente tendríamos que señalar en que consiste esa crisis, en algunos aspectos distinta a las anteriores y que, desde luego, no podemos despachar con el argumento de la resistencia al psicoanálisis únicamente.
En El libro negro del Psicoanálisis, si tuviéramos la paciencia de leerlo, encontraríamos muchas de las críticas posibles, algunas ya antiguas, pero que en definitiva marcan los niveles donde la supuesta crisis del psicoanálisis es más evidente:

  1. Como modelo teórico donde la neurociencia parece tener la última palabra.
  2. Como praxis clínico terapéutica donde lo conductual y la farmacología también tienen la última palabra.
  3. Por último, y lo que más se acercaría al tema de esta mesa: el discurso psicoanalítico ha dejado de ser subversivo al no encontrarse con una sociedad que, como a la que se dirigió Freud, cercenaba el campo de lo sexual.

Tres niveles críticos que salvo el último, han acompañado al psicoanálisis desde sus orígenes. El primero, que el modelo teórico es insolvente, a demostrar lo cual se dedicaron los distintos epistemólogos, desde Nagel a Grumbaun. La neurociencia parece el último constructo teórico y algunos psicoanalista se unen a ello de forma que ya hay algo que se llama neuropsicoanálisis, intento de abrazar ambas disciplinas y que en opinión de Eric Laurent (2000, p.66) puede ser el abrazo de la muerte. Y que el psicoanálisis no cura, que vienen repitiendo psiquiatras y conductistas desde su inefable teoría de la cura. Y la última y actual, a la que quiero centrar este trabajo, que el discurso psicoanalítico ha dejado de ser subversivo porque se encuentra con una sociedad, llamada postmoderna- a la que en buena parte ha contribuido a crear- reacia a ese discurso, por producir sujetos inaccesibles a la praxis psicoanalítica.
La necesidad de que lo social ocupe el lugar que le corresponde en la formación de la subjetividad no quedó resuelto con el celebre pasaje de Freud (1920): En la vida anímica individual- nos dice Freud- aparece integrado siempre, efectivamente, el otro, como modelo, objeto, auxiliar o adversario, y de este modo, la psicología individual es al mismo tiempo y desde un principio psicología social, en un sentido amplio, pero plenamente justificado». El problema es como se integra el otro y a que se integra, quiero decir que la integración de los múltiples condicionantes en que el sujeto se encuentra: imaginario social, clase, tradición cultura, raza etc. deben hacerse posibles en el método, objeto y metapsicología psicoanalítica, esto es, que los supuestos paradigmas psicoanalíticos sean capaces de responder a las tensiones de lo social. En cualquier caso, “La socialización- dice Castoriadis- no es una simple adjunción de elementos exteriores a un núcleo psíquico que quedaría inalterado; sus efectos están inextricablemente entramados con la psique que sí existe en la realidad efectiva. Esto vuelve incomprensible la ignorancia de los psicoanalistas contemporáneos respecto de la dimensión social de la existencia humana”. (Castoriadis …)
Considerar las teorías y métodos psicoanalíticos en su relación con el imaginario social va a seguir siendo un tema ineludible y que en términos más cercanos a la clínica lo podríamos plantear como pregunta: “¿Cómo puede verse en el desarrollo del niño un proceso natural y, al mismo tiempo, la historia social de su formación? La tensión entre lo natural y lo sociocultural ha sido un buen referente que ha hecho evolucionar el psicoanálisis y enriquecerse en un gran número de corrientes y escuelas, que reflejan en su nacimiento y desarrollo las influencias de lo social y el cambio de sus imaginarios y, por otra parte los cambios internos que han alcanzado a su propio método. Crisis social y crisis del método marcan lo que para algunos es la crisis del psicoanálisis y para otros simplemente un nuevo momento de su desarrollo. En palabras de Jorge Ahumada, “La llamada “crisis del psicoanálisis” deriva de una crisis del pensar acerca de si en la sociedad global, crisis en cuya génesis juega un papel principal el pasaje desde la aculturación en el medio familiar y la cultura de lo escrito hacia la aculturación de los medios visuales, esto es, en realidad más y más “virtuales”. Y la otra causa de la crisis está en la actitud de las sociedades psicoanalíticas que difunden y banalizan los conceptos y abandonan el método. Hasta aquí la opinión de Ahumada.
También Cornelius Castoriadis desde posiciones epistemológicas distintas coincide en el diagnóstico social en su incidencia sobre el psicoanálisis. En este caso la aculturación se expresa como la ausencia de un imaginario social que facilite identificaciones que estarían en la base de la reflexibilidad, esto es de la función del pensamiento.
La crisis de la modernidad, de su imaginario y de sus significaciones y del sujeto antropológico que produjo ha marcado profundamente tanto el lugar que ocupa actualmente el psicoanálisis, los modelos teóricos en que se apoya y la práctica en que se sustenta. Crisis de la modernidad que podríamos resumir como el fallo en la credulidad ante el progreso y la verdad científica.
François Lyotard, definió la postmodernidad: “Simplificando al máximo- escribe Lyotard- defino lo postmoderno como la incredulidad ante las metanarraciones”. Y como ya sabemos, el conocimiento científico como fundamento del progreso y de la emancipación es la principal “metanarración” que queda cuestionada.
El objeto del conocimiento científico queda cuestionado y el proyecto epistemológico clásico cambia: “el campo de la epistemología clásica tal y como la entendemos en la actualidad surge de la idea de que la mente es capaz de crear representaciones que reflejen de forma exacta lo que está ahí afuera; el conocimiento pues, es posible en tanto la mente crea representaciones exactas al mundo exterior. (…) Pero esta idea básica, centro del proyecto epistemológico no es ya aceptada por muchos autores que consideran que “hay que abandonar la noción del conocimiento en cuanto representación exacta, que resulta posible gracias a procesos mentales especiales e inteligible gracias a una teoría general de la representación”. El problema es que sin ese imaginario de verdad y progreso, impregnándolo todo habría que preguntarse cual sería su sustituto. Para algunos la respuesta ya es conocida y esta entre nosotros: hemos pasado de un imaginario donde la verdad era posible a un imaginario donde la eficacia viene a ocupar su lugar. En tiempos de Freud el psicoanálisis era cuestionado desde criterios de cientificidad. En los tiempos actuales desde criterios de eficacia. El tipo antropológico ha pasado, del obsesivo meticuloso capaz de exterminar minuciosamente a millones de individuos, fundamentado en estudios profundos sobre la verdad empírica de la superioridad de tal raza, al individuo fragmentado de la postmodernidad. “…, en las condiciones de la postmodernidad, los sujetos se hallan constituidos en diferentes configuraciones con relación a las estructuras interpersonales de comunicación, las cuales promueven el uso defensivo de la negación y el antipensamiento. Opinan que vivimos en un mundo amenazador en el que la tecnología despersonaliza al individuo, el marketing vacía los objetos de significado y los sujetos se encuentran frente al constante dilema de discriminación entre lo que es real o irreal, dentro y fuera, la autenticidad y la inautenticidad, etc. Dado que las formas sociales y culturales ofrecen muy poca contención emocional y estabilidad personal, la ansiedad y la desesperación se incrementan forzosamente- podemos ver con facilidad cómo los síntomas de ansiedad son cada vez más y más frecuentes en las consultas médicas y psiquiátricas-, y nuestros recursos internos para hacernos cargo del sufrimiento psíquico disminuyen. Ello comporta una excesiva identificación proyectiva, con incremento de los objetos extravagantes y una disminución del significado y de la capacidad para elaborar sentimientos y pensamientos.
Sin embargo no es esta una opinión compartida por todos. E. Roudinesco piensa que “el sufrimiento psíquico se manifiesta hoy bajo la forma de la depresión”, aunque termina, igualmente haciendo del pensamiento, de la ausencia de reflexión la causa de su malestar. Así, el paciente actual, nos dice Roudinesco, “pasa del psicoanálisis, a la psicofarmacología y de la psicoterapia a la homeopatía sin tomarse tiempo para reflexionar acerca del origen de su desdicha”.
En una primera conclusión, si es que podemos concluir algo diríamos que la sociedad postmoderna produce un sujeto que no piensa , que no reflexiona, posiblemente porque la importancia de la temporalidad ha cambiado. Decía Viñar ayer, en una entrevista libre y amigable que tuvo la bondad de concedernos, que el sujeto actual vive en un presente omnipresente, que lo anula todo, que el pasado no existe, que las nuevas tecnologías ponen al sujeto en condiciones de inmediatez, que el futuro ya no es un proyecto, ni el pasado una palanca de experiencia. Si esto ha cambiado así, o en parte ha cambiado así, quiere decirse que la función reflexiva del pensamiento va desapareciendo, y que el psicoanálisis en tanto acción reflexiva, se encuentra en precario. Yo no estaría tan seguro de todo esto. Creo que el sujeto postmoderno sigue pensando, sigue deseando y que lo que ha cambiado es el contenido de su pensamiento y los placeres de sus deseos y, que como psicoanalistas debemos captar estos nuevos cambios. Ahora ya no estamos en una sociedad de lectores- dicen- y el deseo queda obturado en una sociedad de consumo- también dicen. Bueno, pues esa es la sociedad en la que estamos y en la que debemos trabajar.
El imaginario social tal cual es conceptualizado por Castoriadis incide de lleno en el psicoanálisis en tanto es definido como un “magma de significaciones imaginarias sociales” encarnadas en instituciones. Como tal, regula el decir y orienta la acción de los miembros de esa sociedad, en la que determina tanto las maneras de sentir y desear como las maneras de pensar. “El imaginario social provee a la psique de significaciones y valores, y a los individuos les da los medios para comunicarse y les dota de las formas de la cooperación: Es así, no a la inversa.” Quiere decirse que no es el sujeto surgiendo de la conflictiva edípica o narcisista quien construye lo social, sino a la inversa, una sociedad que excreta individuos conformados según su imaginario.
Charles Taylor en su libro Imaginarios sociales modernos – en el que es capaz de no nombrar ni una sola vez a Castoriadis, nos presenta el imaginario moderno occidental como surgiendo a través “de ciertas formas sociales, características de la modernidad occidental: la economía de mercado, la esfera pública y el autogobierno del pueblo. Entre otras.” Precisamente todas ellas fallando en estos momentos.
Falla la familia, falla el discurso político, falla la economía (llamada de mercado) etc. Me referiré al fallo de la familia. Hace unos meses tuvimos unos encuentros en Madrid sobre la crisis de la familia o, mejor dicho sobre las nuevas familias, LA FAMILIA Y SUS VINCULOS. NUEVAS PARENTALIDADES, así se llamaban las jornadas. Fueron unas Jornadas donde inevitablemente surgió el tema de la familia en conflicto porque, al parecer el que los homosexuales se casen y puedan adoptar hijos es una señal inequívoca de que la familia está en crisis.
Algo no está en crisis cuando esta establecido y es inamovible y en el caso de la familia esto no ocurrió nunca: entre la familia romana y la familia actual hay una gran diferencia y no podemos decir que el sufrimiento psíquico dependieran de una u otra organización familiar. Por tanto no es la crisis familiar lo determinante, sí parecería serlo las condiciones en que los valores o, en terminología de Castoriadis, las significaciones imaginarias sociales, fallan en la presencia en que cualquier sociedad demanda para facilitar los procesos identificatorios. Se quiere decir, que los apuntalamientos del proceso identificatorio en sus entidades socialmente instituidas ya sea la familia, la escuela o el trabajo, son elementos claves en la constitución de la subjetividad. Para Castoriadis cada sociedad produce su propio mundo creando las significaciones, los valores que le son propias y que tienen una función triple: estructuran las representaciones del mundo en general, designan las finalidades de la acción, lo que se puede y no se puede hacer y, por último crea los tipos de afectos característicos de esa sociedad. Representaciones, finalidades y afectos producirían sujetos antropológicamente diferentes. La novela de Jonathan Littel, Las benévolas, nos muestra un tipo antropológico, Max Aue, que solo se podría dar en un momento histórico como el de la Alemania nazi. Pero Max Aue no es un sujeto enfermo desde el punto de vista psicopatológico, por mucha repugnancia que nos produzca su figura. Es un sujeto antropológico no un sujeto psíquico. El sujeto antropológico deviene de la sociología, es el sujeto social, mientras el sujeto psíquico es anterior y hunde sus raíces no solo en lo social.
Permítaseme comentar algo más sobre el sujeto, tal y como se concibe desde el modelo de Castoriadis y que si parece tener cierto interés desde el punto de vista del psicoanálisis.
Cornelius Castoriadis hace un intento por fijar el sujeto que el estructuralismo extravía. “Los discursos sobre la muerte del hombre y el fin del sujeto- nos dice Castoriadis- no fueron nunca otra cosa que la cobertura pseudo-teórica de una evasión de la responsabilidad- por parte del psicoanalista, del pensador, del ciudadano”. A partir de esta posición crítica y de la dificultad de pensar el sujeto en su totalidad, después de la pluralidad de sujetos que el psicoanálisis introduce con sus instancias psíquicas, Castoriadis se pregunta ¿puede formularse una noción del sujeto que las recubra a todas y que no sea simplemente formal, es decir, más o menos vacía? (Id.)
La subjetividad se expresa en una multitud de regiones donde impera el para si, esto es, donde la relación con el mundo se manifestará con una finalidad básica de preservar “la especificidad, el ser aparte”
en este sentido describe Castoriadis cuatro regiones donde ese para si de la subjetividad se manifiesta: el para si de lo viviente, de lo psíquico, del individuo social y de la sociedad. Cuatro regiones que interactúan entre si pero que permanecen autónomas. Quizás restaríamos complejidad a todo ello si lo tradujéramos como el concepto de autoconservación freudiano, pero lo que a mi me interesa resaltar es esta posibilidad de estudiar la subjetividad en distintos niveles de su manifestación, sobre todo lo que se refiere a la existencia de un sujeto psíquico y otro social. Así “…estamos siempre frente a una realidad humana en la cual la realidad social (la dimensión social de esta realidad) recubre casi totalmente la realidad psíquica. Y, en un primer sentido, el “sujeto” se presenta como esta extraña totalidad, totalidad que es y no es una al mismo tiempo, composición paradójica de un cuerpo biológico, de un ser social (individuo socialmente definido), de una “persona” más o menos consciente, en fin, de una psique inconsciente (de una realdad psíquica y de un aparato psíquico) el todo supremamente heterogéneo y no obstante definitivamente indisociable. De tal forma se nos presenta el fenómeno humano, es frente a esta nebulosa que debemos pensar la pregunta por el sujeto” (Id.).
Castoriadis contempla la dificultad de unificar todos estos sujetos, obvia esta dificultad y define el sujeto del psicoanálisis como meramente proyecto. La necesidad de una interpretación va dirigida a un alguien que todavía no existe “ya que aquello a lo que se apunta a través de una cura es la transformación efectiva de alguien, ni previsible ni definible de antemano…” (Id.) Aquí el sujeto debe advenir, así como antes lo era el Yo. “Este sujeto no es simplemente real, no está dado, debe ser hecho y se hace mediante ciertas condiciones y dentro de ciertas circunstancias. El fin del análisis es hacerlo advenir” (…) Este sujeto, la subjetividad humana, está caracterizado por la reflexividad (que no debe confundirse con el mero pensamiento) y por la voluntad o capacidad de acción deliberada, en el sentido pleno de este término”. (Id.)
Yo estaría de acuerdo solo a medias con este modelo de Castoriadis. La mitad con la que estoy de acuerdo es con la que concibe al sujeto como proceso y la mitad en la que estoy en desacuerdo es con que el fin del análisis pueda hacer advenir ese sujeto. Creo que esta concepción última del advenimiento de un sujeto se mantiene dentro de una lógica esencialista con la que el psicoanálisis, tanto freudiano como lacaniano, rompieron hace mucho tiempo. No es posible borrar la distancia que separa lo real de su simbolización, no es posible, pues, un sujeto real, un sujeto que pueda ser pensado más allá de su devenir. Y si debo ser sincero, tampoco sé si estoy muy de acuerdo con el concepto de proceso, que me da la impresión que se transforma en proyecto. No es lo mismo proceso que proyecto. Proyecto apunta a una finalidad, aunque se diga que es inalcanzable, y una finalidad tiende a obturar la distancia entre lo real de su simbolización. “Esta aspiración de abolirlo- nos dice S. Zizek- es precisamente la fuente de la tentación totalitaria. Los mayores asesinatos de masas y holocaustos siempre han sido perpetrados en nombre del hombre como ser armónico, de un Hombre Nuevo sin tensión antagónica”.
En cualquier caso, el sujeto psíquico por debajo del social y éste, recubriéndolo todo, nos devuelve una imagen donde el supuesto sujeto, del que nos habla Castoriadis, queda nuevamente sin sustantivar, pero sí delimitado en esferas e interrelaciones de gran valor heurístico.
¿Hasta que punto el sujeto psíquico puede sostener todo ese universo de significados que lo social pretende imponer? Es evidente que entre el sujeto social encarnado por Platón y el sujeto social actual hay enormes diferencias. Sin embargo ya no sería tan evidente la diferencia entre el sujeto psíquico en distintos momentos históricos. La evolución psíquica es muy lenta determinada posiblemente por factores biológicos, no así la evolución social. Quizá esa desarmonía sea la responsable de las dificultades psicológicas y de las llamadas enfermedades mentales. Quizás la compulsión a la repetición no sea más que la resistencia de lo psicológico a abandonar posiciones que el sujeto social plantea. O quizás el malestar en la cultura de Freud o el sujeto parlante de Lacan sean las expresiones del sufrimiento psíquico como característico del ser humano. La naturaleza impone límites a la cultura y ésta impone presiones a aquella. Este sujeto, que no es simplemente real que no está dado y que debe ser hecho y que se hace mediante ciertas condiciones y dentro de ciertas circunstancias, nos permite anticipar que las condiciones son las del método psicoanalítico y las circunstancias las del imaginario social. Circunstancias como el deterioro progresivo del socialismo real, desde los años sesenta y su culminación en la caída del muro, no llegaron, sin embargo a afectar a ese supuesto sujeto psíquico. No nos encontramos con olas de suicidios, como hubiera sido lo esperable, sino con cambios en el imaginario social: la fragmentación y el escepticismo de la posición postmoderna, esto es una ideología del desencanto intelectual surgida del fracaso de la utopía.
Para Freud el factor último, más allá del cual no es posible ir, es donde debemos buscar, como psicoanalistas, el referente de lo psíquico. Un factor social nunca es un factor último, siempre puede ser reducido a una vicisitud pulsional y estas, a su vez, serán entendidas dinámicamente en la conflictiva edípica. La muerte del rey es la muerte del padre, que a su vez lo es por el deseo hacia la madre, que a su vez lo es por el plus de placer que representa, placer que ya marca una dimensión psíquica en que la descarga pulsional se expresa. Pero si la pulsión nos parece anticuada podemos acudir a las relaciones de objeto, las que se dan primariamente en el seno familiar. Este “familiarismo” pasaría a ser el referente último. Este modelo, aparentemente reduccionista, y que está en la base de la praxis psicoanalítica, no clausura ni mucho menos, un conocimiento que se abre a lo social precisamente a través del concepto de sublimación, aunque éste, el placer sublimatorio siempre fue un placer de segunda categoría incapaz de competir con el placer pulsional. Pero en tanto la realidad psíquica es la realidad del psicoanálisis y no la realidad social nos encontramos con una dificultad que esta en la base de todo este problema.
La mayoría de los trabajos psicoanalíticos en que lo social es un factor presente, traumático o no, siempre se organizan en la dirección de si el psiquismo puede o no elaborar esa característica social EL reduccionismo psicoanalítico siempre se impone como referente último.
Luis, 25 años, está en su último año de carrera. Se siente muy deprimido porque una asignatura se ha convertido en un problema infranqueable. Para los demás también, me dice, y se adentra en un alegato interminable en contra del sistema: “Claro, ahora con la crisis no interesa que salgan profesionales y es mejor tenernos entretenidos en la Facultad”. Tres sesiones más tarde- o quizás cuatro- Luis ha abandonado a ese sujeto social aguerrido, o al menos reivindicativo y se encuentra hablando de los enfrentamientos con su padre, un hombre silencioso y distante –posiblemente como el psicoanalista- que cuando deja de serlo se convierte en violento y arbitrario. El sujeto psíquico, el sujeto del psicoanálisis será el protagonista en los años venideros. La pregunta ¿Qué será de ese sujeto social rebelde y reivindicativo, sobrevivirá a su paso por el análisis?
Para terminar, aceptando que el psicoanálisis se fundó y desarrolló ignorando, en parte, sus determinantes sociales, sin embargo sí es cierto que se fundó una ciencia- con todas las comillas que queramos poner- que ha permitido una práctica de la cura- más comillas- y que continua siendo una herramienta de acercamiento a los cambios sociales en su posible incidencia sobre el sujeto psíquico. “¿Son fecundos los paradigmas del psicoanálisis para los nuevos enigmas que se avecinan?”, se preguntaba Silvia Bleichmar, reflexionando sobre los cambios sociales y científicos que vivimos: el cambio de sexos, el reconocimiento del matrimonio homosexual y la adopción dentro de él, las familias monoparentales, etc., etc. Y, también la pregunta complementaria ¿es posible, para el sujeto psíquico, la integración de todos los cambios que lo social y la cultura le demanden? Quiere decirse que ese podría ser un nuevo, o no tan nuevo, lugar del psicoanalista frente a lo social: ver la incidencia que sobre el sujeto psíquico operan los cambios sociales y denunciar los que son incompatibles con su desarrollo. Una posición científica con un poquito de ideología.

Vía: Centro Psicoanalítico de Madrid.
Enlace: https://www.centropsicoanaliticomadrid.com/publicaciones/revista/numero-17/imaginario-social-y-discurso-psicoanalitico/#:~:text=%E2%80%9CEl%20imaginario%20social%20provee%20a,lo%20social%2C%20sino%20a%20la

«Si nunca se dice que un diabético ha asesinado, ¿por qué se matiza si lo hace un esquizofrénico?»

Según los expertos solo el 3% de los enfermos mentales son agresivos si no están adecuadamente medicados, por eso los afectados solicitan una mejor imagen en los medios de comunicación para acabar con los estigmas sociales

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Durante la I Jornada «Imagen de la salud mental en los medios de comunicación», evento organizado por La Barandilla y ASISPA, quedó patente que en la sociedad reina una imagen «paleolítica» de los enfermos mentales.

Toni Ocaña, un joven diagnosticado hace cinco años por padecer Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) y socio de la entidad Tú Decides, apuntó durante su intervención que en lo que respecta al trato hacia los enfermos mentales no se ha avanzado en nuestra sociedad, «sigue siendo un asunto tabú». «Los afectados somos un colectivo muy numeroso, y bajo el paraguas de salud mental, hay muchas enfermedades y transtornos, por lo que se nos debería tener en mayor consideración».

Lamentó que se ofrezca una imagen «criminalizada» de los afectados cuando solo un 3% de ellos pueden resultar violentos si no toman la medicación adecuada. «He visto muchos titulares en los que se dice que un esquizofrénico —un perturbado, un desequilibrado…, términos, además, inadecuados— ha matado a una persona, pero nunca he leído un titular semejante diciendo que un diabético, un hipertenso o una persona con cáncer ha matado. ¿Por qué? ¿Por qué se hace con los enfermos mentales, cuando hay una parte mucho mayor de la población que comete estas atrocidades y no son enfermos mentales? ¿Por qué esta tendencia a relacionarlo?», se preguntaba.

«Hay que salir del armario»

Sugirió que, al igual que hay periodistas especializados en economía, las agencias de comunicación «deberían contar con profesionales especializados en salud mental para dar una información más cuidada y respetuosa, para cuidar los términos que se utilizan, que no sean despectivos, y que ayuden a dar visibilidad a un asunto de gran importancia para los afectados y para sus familias que tanto sufren esta situación y que, dadas las circunstancias, muchas de ellas también se sienten presionadas a no dar visibilidad a la enfermedad por estar tan estigmatizada».

Durante la jornada, Ángel Antonio, ingeniero, socio de Tú Decides, locutor del programa radiofónico «Conecta con nosotros», explicó de manera muy emotiva cómo ha sido su vida desde que le disgnosticaron esquizofrenia de joven. «Cuando la enfermedad empezó a hacerse dueño de mí, pensé que no merecía la pena vivir», aseguró. Sin embargo, su capacidad de lucha y tesón le han permitido echar un pulso a la esquizofrenia y, hoy por hoy, lleva una vida «normalizada», asegurando que «me siento más feliz ahora que antes de ser diagnosticado porque ahora me conozco mejor y por todo lo que he logrado hacer».

También resaltó que la imagen que se proyecta de las enfermedades mentales, si es positiva, «ayuda en gran medida a la rehabilitación de los afectados, por eso es tan importante que sea una información cuidada y rigurosa».

En su turno de palabra, Ricardo Guinea, presidente de la Asociación Mundial de Rehabilitación Psicosocial, apuntó que desde el cine —películas como Psicosis—, o series de ficción pasadas y actuales, se ha fomentado una imagen de la enfermedad mental asociada con la peligrosidad y violencia. «Aunque, es verdad, que poco a poco va cambiando y algunas series y películas introducen personajes con alguna patología alejada de esta violencia. Pero aún queda mucho por hacer».

Entre sus propuestas destacó la de realizar más jornadas en las que se hable del asunto, fomentar la visibilidad de la enfermedad en el día a día de los afectados para mostrar que pueden llevar una vida más o menos normalizada, hablar con los profesionales expertos para acabar con mitos y creencias falsos, mostrar ejemplos de pacientes que son una verdadera lección de vida… «Es importante mostrar la realidad de los afectados y familias y, sobre todo, lograr de una vez por todas que los enfermos mentales «salgan del armario»», puntualizó.

Fuente: http://www.abc.es/familia/padres-hijos/abci-si-nunca-dice-diabetico-asesinado-matiza-si-hace-esquizofrenico-201803210159_noticia.html

El psiquiatra Jim Van Os aboga por la reinserción social para el tratamiento en la psicosis y esquizofrenia

El científico y psiquiatra holandés Jim Van Os defendió en Palencia una visión más positiva de la psicosis, una enfermedad mental que puede padecer entre el 3 y el 4% de la población, pero que, con el tratamiento y la ayuda adecuadas, permite tener una vida adaptada. Jim Van Os abrió la V Jornada Nacional sobre Esquizofrenia que reunió a 250 profesionales de diez comunidades autónomas y que organizan las Hermanas Hospitalarias para profundizar en las nuevas perspectivas de la esquizofrenia. Van Os, considerado comouno de los psiquiatras más prestigiosos del mundo, explicó que la esquizofrenia y la psicosis no son lo mismo, ya que la última “es un síndrome mucho más amplio”.

De hecho, el científico ha comparado esta enfermedad con la diabetes, hay mucha variación entre unos casos y otros, a menudo con un buen pronóstico y malo en otros. De ese porcentaje, solo una cuarta parte padece esquizofrenia, una forma de psicosis con “un pronóstico relativamente desfavorable” que, con la ayuda adecuada, “se puede aprender a adaptarse a esta vulnerabilidad y tener una vida adaptada”. Añadió que la esquizofrenia no es una buena manera para entender la psicosis, “porque la esquizofrenia es solo una pequeña parte del síndrome de psicosis con pronóstico desfavorable”. De ahí su defensa de un cambio de la nomenclatura actual para usar una terminología “más amable” con el paciente. “Como con la diabetes, tienes síntomas y necesitas tratamiento pero puedes tener una vida adaptada con reinserción social”, insistió.

En cuanto a los tratamientos aseguró que lo más efectivo es una intervención rápida y precoz, antes de que la enfermedad sea crónica, y la combinación de tratamientos farmacológicos con formas de reinserción social, “porque las interacciones sociales corrigen las ideas mentales y el cerebro se vuelve más plástico y se desarrolla más si tienes interacciones sociales y trabajo y contactos”. También subrayó el peso de la recuperación personal, asegurando que hay que ser consciente de que hay “mucho estigma” con esta patología,pero “hay que saber que no hay nada perdido”. En este sentido ha asegurado que es importante tener contacto con otras personas que padecen psicosis y que hayan tenido una recuperación, “que han encontrado optimismo o esperanza”.

 

Fuente: http://www.adamedtv.com/noticias/el-prestigioso-psiquiatra-jim-van-os-aboga-por-diferenciar-la-psicosis-de-la-esquizofrenia/

Madrid estrena un servicio pionero en España de atención a jóvenes con psicosis

La primera unidad en España especializada en la atención temprana a jóvenes que han sufrido un brote psicótico ha entrado en funcionamiento en la localidad madrileña de Alcalá de Henares. El proyecto, desarrollado por la Fundación Manantial con el apoyo de la Consejería de Sanidad de laComunidad de Madrid, supondrá una «revolución» en el tratamiento de esta patología mental a partir de una intervención precoz y la implicación de la familia en la atención del paciente.

Así lo han señalado el presidente del patronato de la Fundación Manantial,Francisco Sardina, quien, acompañado del consejero de Sanidad, Javier Maldonado, ha presentado hoy el nuevo servicio. «Este modelo alternativo de tratamiento permitirá reducir el impacto de la enfermedad en el paciente y las dosis de fármacos prescritas, así como mejorar sus posibilidades de integración social y laboral», ha explicado Sardina.

En la misma línea, Maldonado ha destacado la atención «intensiva», «integral» y «ambulatoria» que los pacientes encontrarán en la nueva unidad psiquiátrica, que estará tutelada por el hospital Príncipe de Asturias, ubicado en la ciudad complutense. «Es un pasito en la buena dirección, una de las mejoras introducidas en el servicio de salud mental y que nos gustaría que fuesen más rápido».

El proyecto, que cuenta con un total de 30 plazas para jóvenes de entre 16 y 25 años, funcionará de forma complementaria a los recursos de salud mental ofrecidos por la sanidad madrileña. A partir de la firma de un convenio, el Gobierno regional cede las instalaciones para la creación de la unidad, mientras que la Fundación Manantial aporta un total de nueve profesionales para su puesta en marcha, y entre los que se incluye médicos, psiquiatras, psicólogos y terapeutas ocupacionales, han señalado los responsables del proyecto.

Talleres de salud y creatividad manual

Los 21 pacientes que reciben en la actualidad tratamiento en la nueva unidad son en su mayoría hombres y presentan un perfil variado. «Los brotes psicóticos que han padecido tienen diferentes orígenes. Algunos brotes se relacionan con una patología psiquiátrica previa, como la esquizofrenia; en otros con el consumo de drogas, y en otros el origen no está especificado», han señalado los responsables del servicio.

La atención de los pacientes incluye psicoterapia individual y actividades familiares, así como terapias con la familia y terapias multifamiliares con frecuencia semanal. Además, los jóvenes pueden participar en actividades externas de voluntariado, excursiones y talleres de salud y creatividad manual y musical. El transtorno psicótico es un estado mental descrito como una escisión o pérdida de contacto con la realidad, que da lugar a menudo a alucinaciones o delirios y obliga a la hospitalización para los casos serios en los que la persona puede ser peligroso para sí mismo o para los demás.

 

Fuente: http://www.abc.es/madrid/20150226/abci-madrid-estrena-servicio-pionero-201502251806.html

Inflación diagnóstica de los trastornos mentales

Unas jornadas de psiquiatría debatieron el aumento de los trastornos mentales el 5 y 6 de noviembre de 2015 en el salón de actos del Hospital Universitario Insular de Gran canaria. Expertos de todas las disciplinas acudieron a estas mesas redondas y conferencias que llevarán el título ¿Del paraíso perdido al tratamiento indefinido?

El jefe de servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Insular de Gran Canaria y presidente del comité científico, Enrique Hernández Reina, anunció ayer, durante la presentación, que

«se trata de celebrar cuatro mesas interdisciplinares, en las que participaron profesionales de diferentes ámbitos científicos, para atender a la globalidad que necesita, junto a pacientes y empleados».

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 Silvia Ramos Sarmiento, recordó que «es mejor el tratamiento biológico, psicológico y social que uno por separado».

Para el experto, el objetivo es contextualizar lo que está pasando en el siglo actual.

«Hemos hecho un cambio de época. Antes los enfermos y el diagnóstico estaban claros y cada uno tenía su lugar. Lo que ha pasado ahora es que los límites son más difusos. Da la impresión de que ahora todo el mundo está enfermo y demanda tratamiento»

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El psiquiatra subrayó que actualmente «a cada malestar corresponde un diagnóstico y un tratamiento y que todo el mundo reclama asistencia psiquiátrica y psicológica», por lo que las demandas de antidepresivos se han multiplicado por 10 en los últimos 15 años.

Así, el año pasado el diagnóstico de trastorno bipolar era el 1 % de la población, pero ahora hay estudios americanos que hablan de una incidencia de hasta el 8%, y la utilización de tratamientos con tranquilizantes son cada vez mayores. Hace 30 años el TDH (Trastorno de Déficit de Atención por Hiperactividad) era excepcional, pero en estados Unidos el 7 % de los niños escolarizados están en tratamiento de TDH.

«Hablamos de la inflación diagnóstica», aseguró el experto. «Cada vez hay más gente diagnosticada.

Por un lado, tenemos los trastornos mentales graves, que son constantes. Y luego los mal llamados trastornos mentales menos graves que son los diversos malestares que tienen que ver con los sociales y la crisis, y cada vez la gente demanda más ayuda psicológica».

prozac

Hernández Reina recordó que actualmente la gente pide la píldora de la felicidad. «Antes los fármacos tenían muchos efectos secundarios y los antidepresivos eran pocos usados hasta que se descubrió el Prozac». Recomendó cambiar los hábitos de vida y tomar menos medicamentos. «Lo importantes es un compromiso personal. Hoy esperamos todo del medicamento y tratamos de resolver todos los malestares con el tratamiento», dijo.