Carolina Alcuaz: «La locura no es déficit»

La psicoanalista desmitifica preconceptos que hay en torno a quienes tienen padecimientos psíquicos

Por Oscar Ranzani

Es con la locura que la creencia de que la sociedad existe puede ser cuestionada. Se puede estar dentro o fuera de la sociedad, por así decirlo. Esta afirmación la menciona  la psicoanalista Carolina Alcuaz en su libro Otra sociedad para la locura. Estudio sobre los lazos sociales en las psicosis (Xoroi Edicions), un libro fundamental para pensar el debate en torno a la locura y su inserción en la sociedad. Y una publicación imprescindible para desmitificar ciertos preconceptos que hay en torno a quienes tienen padecimientos psíquicos. “La idea fue partir primero de qué es la sociedad, qué se entiende por sociedad porque ésta funciona como si fueran las reglas del juego, como un manual de instrucciones, un sentido compartido. Hay un discurso en el cual entramos. Y justamente la locura lo que pone en cuestión es eso. En muchos momentos, el loco queda afuera de estas reglas, queda fuera del discurso común. Entonces, el discurso común es una construcción”, explica esta psicóloga graduada en la Universidad Nacional de La Plata, en diálogo con Página/12.

Alcuaz entiende a la sociedad como una convención: hay maneras de estar en el mundo y la locura pone en juego eso. “Lo que tomé en el libro fueron diferentes experiencias donde la locura cuestiona que haya una única sociedad, una única manera de estar en el mundo”, explica. Esta profesional entiende que alguien puede perder en el momento de locura el sentido compartido, la vivencia del tiempo, puede desconocer que un subte está para transportar gente, por ejemplo. “O sea que el sentido común estalla y se puede llegar a otra dimensión del sentido, un sentido delirante porque no es compartido por todos, por lo menos en ese momento porque también hay delirios que son compartidos. Entonces, la locura pone en juego que no hay una única sociedad, que hay maneras de estar en el mundo, que hay lazos sociales y que cada uno arma lo que puede y trata de estar en esa sociedad compartida”, reflexiona Alcuaz.

–¿Cree que hay que desestimar que los pacientes con psicosis no están preparados para la vida social?

–Claro, esa es la idea del libro porque tiene un interés clínico para aquellos que nos dedicamos a la psicosis, que hay un tratamiento posible, que en el tratamiento, el analista y todos los profesionales que participen interdisciplinariamente estamos ahí para buscar una solución, buscar cuál sería el lazo, el vínculo que le permita estar en la sociedad sin tanto sufrimiento. Entonces, habrá que ver qué encuentra cada uno. En ese sentido, la locura no es déficit. Por eso, es un libro que apela también contra todo lo que ha sido el depósito de la locura en los hospitales, en los asilos por años, cuando en realidad ahí hay que hacer una crítica, más allá de las políticas de salud. Es complejo: primero tener una idea de que la locura no es déficit; segundo, tener políticas de salud que favorezcan dispositivos como hospitales de día, centros de atención ambulatoria que hagan que una persona no viva treinta años en un hospital. Y tercero, prestar atención a la singularidad de los lazos porque no hay un solo lazo social, no hay un modelo de lazo social. Y como terapeutas no les podemos imponer a los pacientes cuál sería el estilo de vida ideal que alguien tiene que tener sino que estamos ahí para ver cómo se puede acompañar en la búsqueda de una solución que alivie el malestar de la existencia y que no deje a alguien depositado en una institución de por vida por fuera de la sociedad.

–Ya que trae el tema de las instituciones, en el libro usted señala que en las instituciones de salud mental hay lugares donde circulan y se encuentran los pacientes: las habitaciones, los parques, los talleres. Y se pregunta: “¿Estar junto a otros asegura el vínculo?” ¿Hay lazo social, entonces, en las instituciones?

–No vamos a generalizar a todas las instituciones, pero primero hay que pensar qué entiende cada dispositivo clínico por lazo social porque, a veces, hay una idea de que si derivás a un paciente a un hospital de día, lo derivás para que haga lazo, como si eso fuera una cuestión automática, que porque alguien esté al lado de otro hace vínculo social. Y muchas veces en las instituciones se comprueba que los pacientes están hasta de manera anónima, uno al lado del otro, sin ninguna conexión. En cambio, se pueden hacer actividades que impliquen relacionarse con otros, el tolerar al otro, el escuchar al otro y que se arme algo de ese vínculo. Es muy interesante la experiencia que hubo en España cuando se creó la comunidad de aquellos que escuchaban voces, que tenían alucinaciones y que empezaron a juntarse y a poner en juego esas alucinaciones. Había algo que los unía: tener en común esas alucinaciones. Pero cada uno las resolvía de manera diferente. No es lo mismo el que comete un pasaje al acto porque la voz le dice: «Matate», al que arma un delirio o al que dice: «No debo obedecer a la voz» o «Me pongo a escuchar música y ahí mitigo esa voz enloquecedora». Pero lo importante fue que empezaron a armar lazos, empezaron a hablar de esta experiencia en un grupo. Entonces, me parece que se trata de ver en cada institución qué dispositivos permiten el armado de los lazos sociales. No es algo automático.

–¿Pensar en la desmanicomialización implica pensar qué política de lazo social se propone a la locura?

–Sí. Esa era también la idea del libro: que la desmanicomialización es, primero, conceptualizar por cada disciplina qué se entiende por vínculo social, qué se entiende por lazo social desde el psicoanálisis, desde la medicina, desde el trabajo social… Qué se entiende en cada institución y en cada dispositivo, hacia dónde apuntamos. Y tener la idea de que justamente la locura no es déficit. Entonces, hay todo un margen de invención de lazos posibles que es lo que yo muestro en el libro tanto con los pacientes como con casos más conocidos: Joyce, Schreber, Rousseau, artistas con una genialidad increíble, escritores que han logrado armar con sus escritos un lazo con el público, que les ha dado un nombre. Joyce obtuvo un nombre: «Seré el escritor dirigido al público universitario». Entonces, no se puede poner en duda que ahí haya un lazo posible. Se trata de estudiar el tema pero para que tenga alguna incidencia en la clínica. Y más en este momento que hay todo un debate sobre el tema de desmanicomializar. ¿Qué significa eso? Tiene que ver no sólo con sacar a los locos de un asilo donde están depositados treinta años sino que en un hospital general también hay que pensar qué idea de lazo social hay porque la práctica asilar también puede estar en un hospital general, cuando suponés que un loco es alguien deficitario. Yo he escuchado cuando les han dado diagnósticos diciéndoles: «Mire, usted tiene una psicosis, va a tomar medicación de por vida». O se le dice a un familiar: «Lo de este paciente es crónico, va a estar cada vez peor, se va a deteriorar». Como si un profesional tuviera la bola de cristal o como si un diagnóstico estuviera unido a un futuro trágico, cuando en realidad eso no es así. Las personas pueden inventar soluciones. Estamos nosotros para acompañar eso. A veces, cuando no lo logran quizás el lazo con el profesional es el único lazo posible, pero es lo que lo sostiene en la vida y eso es muy importante. Nosotros estamos para hacer esa apuesta junto con el sujeto en lograr que padezca menos. Si no, tiraríamos la toalla, pensaríamos que nada sirve, que todo es imposible. Incluso, muchas personas logran soluciones que duran un tiempo. Otras logran soluciones que duran toda la vida y que son totalmente fuertes y eficaces. No hay una idea de cuál sería la solución perfecta. 

Tomado de: https://www.pagina12.com.ar/338589-carolina-alcuaz-la-locura-no-es-deficit

El pintor que combate la esquizofrenia con colores y formas

Tiene 42 años y vive desde 2009 en el Centro de Asistencia de Cuemanco, donde es tratado por esquizofrenia, donde se reencontró con la pintura y poesía; “Héctor Sosa es el nombre con el quiero que me vuelvan a conocer”
El pintor que combate la esquizofrenia con colores y formas
El pintor que combate la esquizofrenia con colores y formas
SHARENII GUZMÁN |

Héctor Sosa dice haber estado en el infierno. La esquizofrenia que padece lo llevó a conocer lo peor del ser humano. Vivió un tiempo en la calle y ahí destruyó una parte de él que nunca volverá. Ahora es otro. Desde la cordura se mantiene en la luz y con la pintura intenta reinsertarse en la sociedad.

 

El hombre de 42 años vive desde el 2009 en el Centro de Asistencia e Integración Social (CAIS) de Cuemanco, donde es tratado por esquizofrenia. Ahí se reencontró con la pintura y poesía.

 

“Héctor Sosa es el nombre con el quiero que me vuelvan a conocer, pero ahora como pintor y poeta”. Antes de que se le desarrollara la enfermedad era músico, tocaba la guitarra y hacía canciones, pero eso quedó en el pasado.

 

“Ahora me es imposible tocar, se me adelgazaron las muñecas y no tengo buen pulso. No estoy bloqueado. Me provoca pavor intentar recordar una letra. Jamás volveré a ser músico”.

 

(Sharenii guzmán/ La silla rota)

 

Explica que su pintura no es discursiva, no piensa lo que va a crear. Comienza con formas y después decide lo que será. Usa tinta sobre fabriano y cartulina, pastel, acrílico y barniz.

 

“Yo nombré a mi arte como brut, es una forma de pintar de manera impulsiva, automática, a veces sin aprendizaje y muy elemental. Soy otra persona mientras pinto. Mi proyecto ahora es vivir de la pintura y un poco de la poesía. Sé que está muy competido, que es dificilísimo darse a conocer”.

 

Pese a ello, ya ha vendido 100 pinturas y ha expuesto en universidades como la Unitec y UAM.

 

De adolescente dibujaba y pintaba. Lo hacía por diversión. Terminó la secundaria e ingresó a la Preparatoria Popular, sin embargo no terminó. Claudicó y se dedicó a la música, tocaba en camiones, restaurantes y bares… También recuerda que su madre tenía un amigo que llevó a casa arte, libros y discos.

 

Vivió un tiempo en Tlatelolco, la colonia Juárez y San ángel Inn. Después se fue a Oaxaca y ahí conoció a una mujer con la que se juntó unos años y se separó.

 

(Sharenii guzmán/ La silla rota)

 

La esquizofrenia le cambió la vida

“En 2004 comienzo con dolores de cabeza muy fuertes. Y antes de eso escuchaba voces, pero me gustaba lo que me decían, me traían muy activo. Y un día en 2006 algo me levantó de la cama y comenzó a torturarme frente al espejo, me sentenció a muerte: ‘no sé qué soy, sólo sé que existo para destruirte, te voy a matar de hambre’, me decía.

 

Todo se volvió violentismo y traté de controlarlo con alcohol, pronto estaba en la calle perseguido por esa violencia (en la mente) y por la violencia hacia personas en situación de calle. Me escupían, golpeaban y trataban mal. Lo único que me mantenía era la necesidad de alcohol y de declamar poesía en los micros”.

 

Señala que debido al infierno que sentía, Héctor intentó quitarse la vida con raticida. Fue trasladado al hospital Rubén Leñero y San Bernardino.

 

“Ahí trabajadores sociales me buscaron y me trajeron aquí (CAIS), pero convencí a los directores de ese momento de que no tenía que estar aquí.

Me dejaron salir y estuve otro rato en situación de calle. En ese tiempo me quedaba en (el albergue de) Coruña”.

 

(Sharenii guzmán/ La silla rota)

 

Cuando regresó al CAIS en 2009, ya le fue imposible salir a la calle. Tardó tres años en cruzar la puerta y fue gracias a la ayuda de un colectivo de estudiantes de la UAM-Xochimilco que lo sacaron a caminar. Aunado a ello, como parte de su recuperación, las autoridades del Centro lo invitaron a tomar un taller y ahí se reencontró con la pintura y poesía.

 

Por la esquizofrenia, Héctor padece de fobia hacia la gente. “No puedo salir a la calle solo. Siento que no soporto las radiaciones humanas y necesito de una compañía que esté centrada en sí misma”.

 

Comenta que ha perdido la memoria. No recuerda a muchas personas que conoció antes de la enfermedad ni libros que leyó. Todo eso se borró.

 

“Si siento que voy a salir de control tengo de 15 a 20 minutos para aislarme, no me gustan que me vea en un episodio psicótico. Con mis compañeros de cuarto tengo confianza, porque puedo estar hablando con la pared, agitando las manos y gritando, y ellos no se inmutan”.

 

(Sharenii guzmán/ La silla rota)

 

También es poeta

Detalla que con la esquizofrenia perdió parte de la capacidad cognitiva, incluso reconoce que se le olvidó mucho del lenguaje que manejaba antes. Tiene dificultad para leer, es más fácil escribir, para ello, no tiene ningún impedimento.

 

“Me viene una frase o una imagen y de ahí vienen las palabras. No lo planeo. Escribo como dibujo, comienzo con formas y ya después le voy dando significado”.

 

Héctor dice que todavía no está listo para vivir solo y reincorporarse a la sociedad. Por lo menos, quiere estar en el CAIS tres años para seguir recuperándose. Admite que además de la pintura y poesía, le han ayudado los medicamentos que le proporcionan en el Centro.

 

¿Qué es el CAIS?

Jorge Moreno Romero, responsable del CAIS- Cuemanco informa que en este Centro se atiende desde 1988 a hombres mayores de 18 años con enfermedades mentales graves en situación de calle. En este momento hay 283 usuarios en su mayoría con esquizofrenia o retraso mental.

 

“Contamos con una oficina que se dedica a hacer recorridos por toda la ciudad, reciben reportes de la ciudadanía o locatel. De ahí a la gente que llega le hacen un estudio psiquiátrico o un estudio médico. Y luego se decide cuál es el perfil. Hay otros centros que atienden enfermedades mentales pero no graves”.

 

Las personas que son ingresadas el CAIS-Cuemanco  son atendidas por doctores, psiquiatras, psicólogos y trabajadores sociales.

 

“Trabajamos en la reinserción, es mínima, pero se sigue trabajando. Es difícil reintegrar a una persona en estas condiciones a una vida normal. Ellos se encuentran con una serie de dificultades . Para empezar padecen de una enfermedad que tiene que ser atendida constantemente con medicamento controlado y luego el estigma allá afuera es muy fuerte”.

 

Dice que el cinco por ciento de los usuarios del CAIS tienen una actividad afuera. El resto vive ahí de manera permanente.

 

“Buscan en el mercado de las flores ayudar, otros van a la Iglesia. Son personas que están autorizadas por el cuerpo técnico del CAIS”.

 

Reconoce que el tema de la reinserción es complicado, sin embargo sí han logrado casos exitosos. “Tenemos una casa de medio camino, que es donde atienden a prospectos para una vida independiente, estamos en proceso en este momento de reinsertar a cuatro”.

 

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Fuente: http://lasillarota.com/el-pintor-que-combate-la-esquizofrenia-con-colores-y-formas

Madrid estrena un servicio pionero en España de atención a jóvenes con psicosis

La primera unidad en España especializada en la atención temprana a jóvenes que han sufrido un brote psicótico ha entrado en funcionamiento en la localidad madrileña de Alcalá de Henares. El proyecto, desarrollado por la Fundación Manantial con el apoyo de la Consejería de Sanidad de laComunidad de Madrid, supondrá una «revolución» en el tratamiento de esta patología mental a partir de una intervención precoz y la implicación de la familia en la atención del paciente.

Así lo han señalado el presidente del patronato de la Fundación Manantial,Francisco Sardina, quien, acompañado del consejero de Sanidad, Javier Maldonado, ha presentado hoy el nuevo servicio. «Este modelo alternativo de tratamiento permitirá reducir el impacto de la enfermedad en el paciente y las dosis de fármacos prescritas, así como mejorar sus posibilidades de integración social y laboral», ha explicado Sardina.

En la misma línea, Maldonado ha destacado la atención «intensiva», «integral» y «ambulatoria» que los pacientes encontrarán en la nueva unidad psiquiátrica, que estará tutelada por el hospital Príncipe de Asturias, ubicado en la ciudad complutense. «Es un pasito en la buena dirección, una de las mejoras introducidas en el servicio de salud mental y que nos gustaría que fuesen más rápido».

El proyecto, que cuenta con un total de 30 plazas para jóvenes de entre 16 y 25 años, funcionará de forma complementaria a los recursos de salud mental ofrecidos por la sanidad madrileña. A partir de la firma de un convenio, el Gobierno regional cede las instalaciones para la creación de la unidad, mientras que la Fundación Manantial aporta un total de nueve profesionales para su puesta en marcha, y entre los que se incluye médicos, psiquiatras, psicólogos y terapeutas ocupacionales, han señalado los responsables del proyecto.

Talleres de salud y creatividad manual

Los 21 pacientes que reciben en la actualidad tratamiento en la nueva unidad son en su mayoría hombres y presentan un perfil variado. «Los brotes psicóticos que han padecido tienen diferentes orígenes. Algunos brotes se relacionan con una patología psiquiátrica previa, como la esquizofrenia; en otros con el consumo de drogas, y en otros el origen no está especificado», han señalado los responsables del servicio.

La atención de los pacientes incluye psicoterapia individual y actividades familiares, así como terapias con la familia y terapias multifamiliares con frecuencia semanal. Además, los jóvenes pueden participar en actividades externas de voluntariado, excursiones y talleres de salud y creatividad manual y musical. El transtorno psicótico es un estado mental descrito como una escisión o pérdida de contacto con la realidad, que da lugar a menudo a alucinaciones o delirios y obliga a la hospitalización para los casos serios en los que la persona puede ser peligroso para sí mismo o para los demás.

 

Fuente: http://www.abc.es/madrid/20150226/abci-madrid-estrena-servicio-pionero-201502251806.html

Ámbito penitenciario, jóvenes y familias: La innovación como motor de cambio

El pasado mes de junio, la Fundación Salud y Comunidad (FSC) inició la gestión de un innovador proyecto dentro del ámbito de la ejecución penal, el programa “Jóvenes y Familias”. El proyecto se lleva a cabo en el Centro Penitenciario de Jóvenes situado en La Roca del Vallés (Barcelona) y cuenta con una subvención del Departamento de Justicia de la Generalitat de Catalunya. En el corto, pero intenso recorrido del programa hasta el momento, destaca su gran acogida y buenos resultados entre los jóvenes privados de libertad y sus familias.

El proyecto se suma a la dilatada experiencia de FSC en la gestión de programas intra y extra-penitenciarios a lo largo de los últimos 30 años. Se trata de un proyecto que tiene como misión el acompañamiento a jóvenes privados de libertad y a sus familias, con el fin de mejorar su situación personal.

“La innovación del programa radica en realizar un acompañamiento terapéutico en paralelo a los jóvenes y a sus familias, tanto en el momento del cumplimiento de la pena, como en el proceso de inserción futuro. Esta inserción no se reduce exclusivamente a la cuestión laboral y económica, sino que la entendemos como algo más amplio que incluye otras muchas áreas de intervención, un proceso en el cual deben participar otros actores del ámbito social”, explica Manu Izquierdo, coordinador del proyecto.

En este sentido, en el programa se pone énfasis tanto en las familias como en la creación de sinergias con otras entidades del Tercer Sector, “a las que debemos incluir, promoviendo su participación, con tal de favorecer los procesos de reinserción de las personas privadas de libertad”, afirma Manu Izquierdo.

Aunque muchos programas del ámbito de la ejecución penal contemplan la perspectiva familiar, en algunas ocasiones el desgaste de las familias, las resistencias y los miedos que genera la institución penitenciaria o la propia desestructuración familiar, se convierten en aspectos que dificultan el trabajo con los jóvenes y sus principales referentes familiares.

Un elemento diferenciador de este programa es la metodología utilizada por parte del equipo profesional. “En un primer momento, el trabajo terapéutico se lleva a cabo por separado, respetando los tiempos de cada joven y de cada familia, después se valora la idoneidad de trabajar conjuntamente. Es decir, en el momento en que ambas partes están preparadas, el núcleo familiar, joven y profesional de referencia, comparten un espacio de trabajo conjunto”, señala el coordinador del proyecto “Jóvenes y Familias”.

Durante este periodo, se ha observado que algunas cuestiones como los procesos migratorios, la pertenencia a bandas latinas y los procesos de adopción, están presentes en el trabajo llevado a cabo con los jóvenes y sus familias.

El núcleo familiar es consciente del rol que tiene en este proceso de inserción. Por otro lado, los familiares manifiestan en muchas ocasiones sus miedos y resistencias a los cambios que se van a ir dando en dicho proceso. Es aquí donde se hace vital el acompañamiento que el equipo profesional realiza con las familias, “aunque ya podemos hablar de una gran implicación y un alto nivel de deseo por participar y aprovechar el programa por parte de los familiares”, afirma Manu Izquierdo.

Actualmente, el proyecto contempla espacios de atención individual, dirigidos tanto a jóvenes como a sus familias, espacios grupales de carácter terapéutico y socioeducativo para jóvenes y, desde hace pocas semanas, grupos terapéuticos entre los jóvenes y su núcleo familiar. En los próximos meses darán comienzo los grupos multifamiliares, en los que se trabajarán aspectos fundamentales relacionados con el proceso de inserción futuro del joven privado de libertad.

Para que este proyecto se pueda llevar a cabo, ha sido y es fundamental la implicación del equipo profesional, así como de los funcionarios de régimen y del equipo directivo del centro penitenciario.

Fuente: http://www.fsyc.org/prensa/ambito-penitenciario-jovenes-y-familias-la-innovacion-como-motor-de-cambio