PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO: querer o desear.

Por Laura Montero de Espinosa

Finalizamos un año e iniciamos otro. El tiempo no se detiene. Recuerdo que cuando era jovencita y me molestaba la mirada de alguien le preguntaba: ¿Qué pasa? (una forma de decir: ¿qué miras?) Y el otro contestaba: “El tiempo”; y la siguiente afirmación de mi parte era: “El tiempo no pasa, transcurre”. Pero independientemente de si pasa o transcurre, sabemos que no hay marcha atrás una vez ha transcurrido…una vez ha pasado.

Las reflexiones al finalizar un año son inevitables, son una mirada hacia qué ha pasado, qué hemos hecho y qué falta por hacer. Revisamos si lo que hicimos es lo que queríamos, si lo que el año anterior prometimos modificar se cambió, si aquello que prometimos lo hemos cumplido, si lo que tenemos en la actualidad queremos que permanezca o debemos dejarlo por la paz… por nuestra paz.

El tiempo transcurre y no espera. El tiempo tiene su propio ritmo e inercia, a veces parece que es veloz y no nos alcanza, y otras veces leeeento como si cayera en cuentagotas, pero es cuantificable con segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años… Ahora bien, por otra parte a lo que parece estamos obligados por la inercia cultural es a llevar a cabo en doce meses unos propósitos o pedir doce deseos. Muy diferentes vale decirse, el propósito del deseo sin embargo parecen confundirse (aquí hablo del deseo como a anhelo). Uno pide deseos como si fueran a salir de la lámpara mágica de Aladino, sin embargo no hay compromiso. Pide salud bebiendo refresco, alcohol y fumando, pide un cambio social quejándose de los manifestantes que cortan la calle para ejercer su derecho. Pide ir al gimnasio pero el soffing (deporte extremo de tirarse al sofá) es lo más arraigado. Pide amor y no es capaz de negociar ni modificar, solo de “soltar” y “dejar ir”. Los más sensatos hablan de propósitos porque esos son aquellos que se le echan todas las ganas, los ánimos son enormes pero quién sabe si lo lleven a cabo o no. Las puertas están abiertas para los pretextos venideros a su no realización con los: “es que no tengo tiempo”, “no tengo dinero”, “no he podido”, “no se han dado las cosas”. Y si, “las cosas” no suelen darse solas.

El inicio de año normalmente es cuando estamos obligados emocionalmente a estar bien, porque apenas empezamos. Parece un iniciar de cero, “tienes doce meses para cambiar algo”, pero si se mira atrás puede verse que durante años ha sido cíclico: inicio de año corresponde a todo el ánimo, mediados de diciembre para hacer un balance y despedirse de lo que no se hizo para volver a prometer al inicio de año. Algo falla, y es que la falta al igual que el tiempo, no perdona.

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Uno, como mencionaba debe hacer, está obligado a animarse, tiene que cambiar. Uno puede saber eso, no hace falta que lo anden sumiendo en la imposibilidad evidente de poder hacer un cambio. Pero no todo queda en la voluntad, en el querer. Querer no es poder, no nos engañemos. Nos hartamos de escuchar ese eslogan que solo te obliga a entrar en un espiral de creerte inútil por no conseguir algo que quisieras. A veces no se puede por factores económicos, otras veces por estado emocional. Pero hoy no hablaré del bucle económico imposibilitante. Sino del anhelar/querer y desear.

El sujeto quiere unos cambios, pero tal vez no los desea. El querer y desear, desde el psicoanálisis son dos cosas muy diferentes. El querer, el anhelar tiene que ver con lo consciente y el deseo tiene que ver con lo inconsciente. Decir adiós a un malestar, por incongruente que parezca, no es fácil. Es un malestar cómodo, una comodidad dolorosa pero esta ofrece algo bueno: lo familiar, la cotidianeidad. Uno puede querer salir de ese malestar pero el deseo no va hacia el mismo destino. Y es que como dice el refrán: “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Enfrentarse a un cambio, a lo desconocido es un riesgo, es para muchos un salto al vacío. No se sabe qué hay al fondo y el desconocimiento es justamente lo contrario a lo familiar, a lo cotidiano; y no a todos agrada ese toque de sorpresa. Además, este querer o no querer tomar el riesgo también depende de la historia del propio sujeto. Quiere separarse de lo doloroso, de lo que se repite, pero el deseo lo lleva a quedarse para mantener quien sabe qué en su historia y eso lo “protege” emocionalmente hablando y valdría la pena la discusión de si realmente protege (por ello el entrecomillado) o bien lo encamina al sufrimiento. Habrá quien se arriesgue por primera vez, habrá quien esté harto de arriesgarse y  “siempre” le salga mal, habrá quien nunca quiera tomar el riesgo y esté cómodo, habrá quien no ve el riesgo y vive constantes cambios, etc. No hay dos historias iguales, de la misma forma que el deseo no está a la luz siempre, solamente deja destellos que nos deslumbran y hacen que nos detengamos del camino del costumbrismo para comenzar con un: ¿Y si en vez de esto hiciera…? O ¿Por qué acostumbro a _____ si ya sé cómo termina eso?

El destello del deseo que provoca detenerse a mirar hacia otro lado es como los paréntesis en una frase que llevan a observar algo más que está ahí y merece la pena verlo, reflexionarlo. Y es que hay quien lee detenidamente los paréntesis para poder ser aclarado en algo, pero también hay quien se salta los paréntesis porque piensa que son aclaraciones poco importantes. De la misma forma hay quienes no quieren preguntarse ante los destellos o bien no está en su deseo detenerse a dicha reflexión.

«La psicosis no es una versión fallada de la neurosis predestinada a estallar»

El psicoanalista santafesino Ignacio Neffen plantea que no hay que considerar el modo de funcionamiento psicótico como una estructura frágil y endeble. Acaba de publicar el libro “La psicosis no desencadenada”, un concepto del psicoanálisis lacaniano que estudió durante diez años.

Luciano Zoco | area@ellitoral.com

 

Cuando alguien escucha la palabra psicosis, piensa en “brotes”, delirios y alucinaciones. Gente que escucha voces, ve personas que no existen y se imagina perseguida en pesadillas delirantes. Pérdida de la realidad, esquizofrenia y paranoia también figuran en el diccionario. Pero hay una rama del psicoanálisis lacaniano que propone una hipótesis bien diferente: considerar a las psicosis como un modo de funcionamiento psíquico estable que no necesariamente está predestinado a desarrollar crisis o estados de descompensación.

 

Es el camino que exploró durante diez años el psicoanalista Ignacio Neffen y que volcó en el libro “La psicosis no desencadenada. Esbozos de un concepto en la enseñanza de Jacques Lacan”, que acaba de publicar la editorial Letra Viva. Es su tesis de maestría e implicó repensar los modos de organización y compensación de la estructura psicótica, los discursos e invenciones que “ordenan” y evitan el desencadenamiento, en esa permanente lucha por construir, inventar y fabricar sentidos para la propia existencia.
— ¿Cómo surge el concepto de psicosis no desencadenada?
— En la obra de Lacan no tiene estatuto de concepto, pero él introdujo una serie de elementos clínicos y teóricos que permiten, como una lectura posterior, extraer ese concepto. Para el psicoanálisis lacaniano todas las personas se dividen en tres estructuras clínicas: psicosis, neurosis y perversión. No son una psicopatología sino modos de funcionamiento psíquico, posiciones subjetivas, cada una con sus particularidades. Además está el modo singular en el que cada persona habita la estructura, que es único e irrepetible. La psicosis es una estructura y después puede o no desencadenarse; es decir, entrar en lo que la psiquiatría llama la psicosis clínica, con delirios, alucinaciones y otros fenómenos.
— ¿Por qué se desencadena una psicosis?
— Es toda una discusión. Años atrás se pensaba que la psicosis necesariamente iba hacia el desencadenamiento, que era una estructura endeble y que en algún momento, por una exigencia simbólica que el sujeto no podía responder, por ejemplo una encrucijada específica en su vida, se llegaba a un desencadenamiento. En la actualidad, lo que se está estudiando es que por el contrario hay mecanismos de compensación y suplencia que permiten que la psicosis no se desencadene y eso puede durar toda la vida de una persona. Esos factores de estabilización pueden ser el trabajo, una relación amorosa, una relación con el arte, entre una infinitud de posibilidades. También hay discursos que pueden ser utilizados por un sujeto para orientarse en la vida, como el religioso, el jurídico, universitario o el militar incluso, que ayudan a que encuadre su existencia durante un tiempo indeterminado.

 

El ornitorrinco australiano desafió los intentos de clasificación de los naturalistas del siglo XIX. El psicoanalista lo puso en la tapa de su libro, en contraste a las imágenes clásicas sobre la psicosis, como un ejemplo de que tendemos a considerar como patológico todo lo que no se ajusta a nuestra forma de ordenar el mundo.Foto: Gentileza

 
— ¿Qué es lo que hace que una persona sea psicótica?
— Puede decirse, en un sentido estricto, que no se sabe fehacientemente. La medicina desde siempre está atenta a la causa orgánica sin poder concluir sobre ese punto. Han precisado diferencias a nivel de la neurotransmisión, pero cómo se llega a saber si es un efecto del modo de funcionamiento psicótico o si es la causa. El psicoanálisis pone aquí una hipótesis, no en términos de certeza. Para no caer en tecnicismos, podemos decir que Lacan consideraba que en la psicosis se produce un rechazo muy temprano de un ordenador simbólico que él llamaba el Nombre-del-Padre. Se trata de momentos inaugurales de la subjetividad, procesos inconscientes. Lacan lo resumía en lo que llamó una “insondable decisión del ser” ante la entrada en el lenguaje. Para nosotros el lenguaje no es una mera herramienta de comunicación, sino un elemento central en la constitución subjetiva.
— ¿La psicosis suele estar asociada al delirio y las alucinaciones que se producen en los desencadenamientos?
— Cada vez que uno busca en el diccionario psicosis aparece la idea de separación de la realidad. Ya muy tempranamente, en 1924, Freud decía que también en la neurosis hay pérdida de la realidad. Lo que llamamos realidad es una construcción entre elementos imaginarios y simbólicos, un entrelazamiento. Nadie puede decir que está en contacto con la realidad objetiva, siempre hay mediación de las fantasías inconscientes, por ejemplo. Lo que sucede en las psicosis, en especial tras el desencadenamiento, es que esos elementos simbólicos e imaginarios se conmueven y por ende también la vivencia de la realidad de dicho sujeto. Sin embargo, aunque pueda parecer paradójico, un delirio sistematizado permite en ocasiones reconstruir una realidad que pacifica la relación con el mundo. Desde esta perspectiva es un recurso, por eso Freud hablaba de autotratamiento. Pero, en cambio, en las psicosis no desencadenadas las estabilizaciones que conquista el sujeto evitan la emergencia de un delirio sistematizado. En este caso, no hay que pensar el modo de funcionamiento psicótico como un riesgo latente, ni como una enfermedad, sino como un modo entre otros de hacer con las exigencias de la existencia, el amor, la sexualidad, la relación con el propio cuerpo y con las otras personas. Lo importante es que la psicosis no es una versión fallada de la neurosis predestinada a estallar.

— ¿La psicosis es más riesgosa que la neurosis, desde el punto de vista de la salud mental?
— No necesariamente. Muchas veces nos fascinamos con los fenómenos propios de las descompensaciones psicóticas como los delirios o las alucinaciones y sin embargo, en general, representan una parte acotada en la vida de alguien. También hay muchas crisis subjetivas en las neurosis. Si uno toma como brújula el nivel de malestar en la existencia, en las neurosis en ocasiones hay síntomas muy incapacitantes, vidas enteras entregadas a posiciones sufrientes e ideales tiránicos. Por eso Freud propuso el sintagma “miseria neurótica” para referirse al funcionamiento psíquico de las neurosis. En todo caso, cada modo de funcionamiento tiene sus pro y sus contras en el modo de afrontar las vicisitudes y contingencias de la vida.
— ¿Por qué en la tapa del libro hay un ornitorrinco australiano?
— En general las tapas de los libros sobre psicosis contienen imágenes un poco dantescas, rostros desencajados gritando, incluso orejas atravesadas por cuchillos, etc. Por el contrario, el ornitorrinco australiano fue una elección simbólica en oposición a esa tendencia dominante. Cuando los naturalistas del siglo XIX se encontraron con el ornitorrinco tuvieron dificultades para clasificarlo por sus particularidades anatómicas (pico y patas de pato, cola de castor, cuerpo con pelaje, capacidad de inyectar veneno por medio de unos espolones traseros y reproducción ovípara). Lo interesante es que este animal, indiferente a nuestras formas de ordenar el mundo, simplemente hace su vida como cualquiera. En otras palabras, tendemos a considerar como patológico todo lo que no se ajusta a nuestra sensibilidad, sin embargo, las adaptaciones del ornitorrinco le permiten desempeñarse en su medio más allá de si nos simpatizan o no sus formas. Ahí está la relación con las psicosis no desencadenadas, puede que sus invenciones resulten excéntricas para algunos, y sin embargo a veces le permiten vivir su vida. Es algo digno de respetarse sin duda.

“El neoliberalismo enferma porque la angustia se manifiesta en el cuerpo”

Por Gladys Stagno | Nora Merlin es psicoanalista, escritora, docente, y una especialista en vincular el psicoanálisis y la política. Discípula del filósofo Ernesto Laclau, la investigadora de la Universidad de Buenos Aires es autora de libros como Populismo y Psicoanálisis y Colonización de la subjetividad, donde desarrolla esta relación y aborda cómo el poder configura nuestra forma de pensarnos.

En esta entrevista de fin de año, la especialista reflexiona sobre un diciembre neoliberal que influye en los cuerpos a fuerza de desamparo e intemperie y construye un tejido social por debajo que viene a suplir los lugares de donde el Estado se corre.

Solemos asociar diciembre a los balances de fin de año, ¿este mes influye de alguna manera en el estado de ánimo?

-Diciembre, por lo general, es un mes de hacer balances y en este sentido también es un mes de duelos, de pérdidas, de cierres. Entonces, se sobrecompensa esta sensación y se la elabora maníacamente con una compulsión de fiestas, una suerte de sobredosis de fiestas. En contraposición a este estado de tristeza y de duelo.

¿Y cómo fue este diciembre?

-Este diciembre tuvo características particulares, con un color anímico muy oscuro. Hubo una tristeza colectiva que coincidió con la tristeza singular. Fue muy triste, muy apagado, con festejos muy deslucidos, muy austeros.

Sin embargo, ante la falta de luces y de espíritu navideño que se verificó en la calle, los movimientos sociales festejaron allí, juntando pobreza, con la decisión de estar juntos. Esto se invisibilizó en los medios concentrados, pero fue un dato novedoso.

Otra de las características que tuvo fue la emergencia en las calles y en los medios del movimiento feminista. Este diciembre estuvo tomado por esa cuestión. De ningún modo es cortina de humo: las mujeres históricamente silenciadas están produciendo algo interesante.

Vos trabajás el tema de las subjetividades en el mundo neoliberal. ¿Cómo influyen las crisis económicas, como la que atravesamos en la Argentina de hoy, en los sujetos?

-El neoliberalismo es un sistema que no es sólo económico sino de producción de subjetividad, de una nueva subjetividad. Implica la producción de restos sociales que son los que no entran en el sistema, los excluidos, los sectores muy empobrecidos, los jubilados, los discapacitados, los que no rinden porque son improductivos.

A estos sectores expulsados los vemos aparecer retornando a las calles como hace tiempo que no los veíamos. Durmiendo en colchones, en la vereda, revolviendo basura. Estamos naturalizando ese paisaje y no es natural. Se está naturalizando el sufrimiento, la indignidad. Nos estamos acostumbrando a ver en todas las cuadras familias durmiendo literalmente a la intemperie. La situación de indefensión, de estar a la intemperie, es lo que define, para el psicoanálisis, a la angustia. Tanto para Freud como para Lacan la angustia es exactamente eso: estar en indefensión, desprotegido, sin un sistema simbólico que ampare, que cobije. Sin un Estado que proteja, en este caso.

¿Qué le pasa a un sujeto, educado en la cultura neoliberal, con la falta de dinero o de trabajo?

-En neoliberalismo vino a desorganizarnos la vida. Con cierta estabilidad, uno puede planificar cuotas, o vacaciones. Pero mientras la crisis se hace crónica, porque el tiempo de la promesa ya prescribió, lo que se visualiza es una situación donde la subjetividad vive amenazada de perder el trabajo o -habiendo perdido el trabajo- de que no cierren las cuentas, de no saber cómo llegar a fin de mes.

Hay un poder indiferente que no escucha a la gente y eso también lleva a la situación de angustia, al desamparo. La sensación subjetiva de no sentirse escuchado lleva a la indefensión y a la angustia.

¿Cómo pensás que se revierte esto?

-No hay que tener miedo de empezar a incluir el amor en la política. Es un concepto muy importante. No es la banalidad del new age, cuando hablamos de amor estamos hablando de algo que en el psicoanálisis es constitutivo del sujeto. Sin amor no hay entrada en la cultura. Sin la condición del amor, sin alguien que encarne ese lugar, no es posible que un ser que acaba de nacer se constituya. Eso mismo pasa con el cuerpo social: con violencia, con odio, con ruptura del tejido social no hay posibilidad de relaciones fraternas o de sororidad.

¿Hubo más consultas o cuadros depresivos este diciembre?

-Este año hubo mucha angustia en las presentaciones en el consultorio. El neoliberalismo enferma. Hubo muchas complicaciones en los cuerpos de las personas. La angustia es el afecto característico del neoliberalismo por esta situación de desamparo, el estado de amenaza en el que viven las personas estimula la angustia, que a diferencia de otros afectos se manifiesta en el cuerpo.

También en este último tiempo lo que empezaron a aparecer fueron muchas consultas y preocupaciones por abuso y acoso y esto no es casual. Hay una conmoción respecto de lo que produjo el movimiento feminista que fue muy movilizante en los lazos sociales, en los grupos, en las familias, que es muy interesante. El feminismo es un movimiento que implica un nuevo contrato social y en ese sentido, si somos inteligentes, tenemos la posibilidad de producir una cultura más amorosa, menos violenta, menos hostil.

¿Hay salidas o respuestas “sanas” para enfrentar estas situaciones? ¿Ser parte de un colectivo ayuda?

-Ser parte de un colectivo ayuda. Si bien el neoliberalimo enferma, mata, también generó un armado por debajo de los movimientos sociales, de la militancia, la participación, la unión de los vecinos autogestionados. Al mismo tiempo que el Estado se debilita, se intentó reemplazarlo de manera militante, participativa. Es un modo solidario del tejido social que se está armando, que está invisibilizado, y es una solución para cada uno porque lo que se constata es que la gente que participa, la que se siente entre compañeros, no entra en la impotencia, en la queja, ni en el escepticismo.

 

Fuente: http://canalabierto.com.ar/2018/12/29/el-neoliberalismo-enferma-porque-la-angustia-se-manifiesta-en-el-cuerpo/

Arendt, el reconocimiento del Otro y la inmigración: el peligro de naturalizar la exclusión

Martina Cociña Cholaky.

“Arendt a lo largo de su vida insistió, una y otra vez, en la necesidad de estar alerta frente a ideologías que desprecian al Otro, frente a regímenes que justifican separaciones en virtud de una supuesta incompatibilidad, frente a la naturalización de la exclusión y frente al peligro de utilizar el temor como pretexto para justificar restricciones a los derechos fundamentales.”

Hannah Arendt, en su excelente obra “Los orígenes del Totalitarismo” advierte cómo los totalitarismos alcanzan su cometido: el primer paso para conseguir la dominación total es matar a la persona jurídica, lo que se logra colocando a ciertos individuos fuera del resguardo legal, así con la desnacionalización se obliga a la sociedad no totalitaria a reconocer su ilegalidad. Destruida la persona jurídica, se asesina a la persona moral y se procede a acabar con la individualidad.

Eso es lo que, en resumidas cuentas, el nazismo hizo con los judíos: quitarle su calidad de ciudadanos, apartarlos en guetos y luego, exterminarlos. Todo se efectuó bajo un marco legal que avalaba prácticas de segregación; así se dictaron leyes que les prohibieron ejercer determinados oficios, realizar ciertas actividades, desplazarse por algunos lugares. De a poco se fue naturalizando su exclusión, se les fue apartando, individualizándolos con un distintivo que los hacía visibles, encerrándolos en ciertos espacios, obligándolos a trabajar y, por último, matándolos.

Nadie lo quiso ver en su momento, siempre resultó más cómodo no darse por enterado, sin embargo, como señala Arendt, “la población se hallaba notablemente bien informada sobre los llamados secretos –las matanzas de judíos”, no obstante, seguían apoyando a Hitler. Ello, en gran medida, pues el nazismo había logrado matar cualquier solidaridad humana, salvo la lealtad que pudiera existir entre sus compatriotas. El totalitarismo había triunfado, convirtiendo a la población en masa inerme, había transformado a los hombres en superfluos, destruyendo lo que implica el respeto de la dignidad humana, es decir, el reconocimiento de los otros.

Actualmente la figura del inmigrante, en tanto conlleva una mirada racializada del Otro, se instituye como el nuevo enemigo imaginario de la patria. Ciertos extranjeros son las nuevas “amenazas”, individuos que desafían el razonamiento identitario y las costumbres de la nación, de manera que los discursos relativos a los desplazamientos no permiten más que subrayar las diferencias entre los “autóctonos” y los foráneos e impulsar políticas de exclusión. Si bien ahora los Estados, para “proteger” su seguridad, implementan otras modalidades de justificación, se mantiene la idea central de restringirle garantías al inmigrante al identificarlo con el enemigo. Lo cual no deja de ser peligroso, porque este tipo de estrategia ha servido para llevar a cabo una de las mayores aberraciones contra la humanidad como lo fue el Holocausto.

Guardando las debidas proporciones del caso, es posible percatarse que esta indiferencia frente a quienes se movilizan es lo que posibilita, entre otros, que se sigan intensificando medidas que criminalizan los flujos de personas, que se construyan cuasi cárceles donde se cierran a los extranjeros en condición irregular con el fin de expulsarnos por el sólo hecho de encontrarse en falta administrativa; que se les discrimine y denoste por su color de piel, por su nacionalidad, por su clase socioeconómica y por su credo.

Precisamente la producción industrial de muerte se logró porque política e históricamente había existido una preparación de “cadáveres vivientes”, por eso Arendt a lo largo de su vida insistió, una y otra vez, en la necesidad de estar alerta frente a ideologías que desprecian al Otro, frente a regímenes que justifican separaciones en virtud de una supuesta incompatibilidad, frente a la naturalización de la exclusión y frente al peligro de utilizar el temor como pretexto para justificar restricciones a los derechos fundamentales.

A pesar de las enseñanzas que nos legó esta filósofa, hoy en día las políticas migratorias en nuestras democracias atienden a la misma lógica: en base al miedo se les reducen las garantías esenciales a ciertos foráneos, se naturaliza su discriminación y su segregación, porque erróneamente se plantea que su presencia vendría a poner en jaque el bienestar alcanzado. Por eso, hoy más que nunca los planteamientos de Arendt resultan centrales para reflexionar sobre cómo se reconoce al Otro, para recordarnos que no es posible seguir segregando a individuos por un hecho aleatorio como el origen; para rechazar centros de internamiento de extranjeros -cuasi cárceles que desde los ochenta funcionan en la Unión Europea para encerrar a personas que no han cometido delito alguno-, para alertar sobre las condiciones en que habitan la mayoría de quienes se movilizan y las vejaciones que sufren; y en fin, para comprender que no es posible continuar con una política que convierte en superfluos a un porcentaje importante de personas.

Ya no cabe excusarse en la ignorancia o en la ingenuidad, es hora de aprender de la historia, poner la ética en el centro y entender que la dignidad humana debe ser el eje que sustente la política migratoria. Sin duda, es una compleja tarea, pero constituye un desafío al cual no debemos renunciar como sociedad, porque lo que está en juego es la construcción de una democracia coherente.

*Martina Cociña Cholaky. Abogada U. de Chile, Máster en Criminología, Política Criminal y Sociología Jurídica Penal de la U. de Barcelona, actualmente está cursando el Doctorado de Derecho y Ciencias Políticas en la U. de Barcelona, en el que investiga sobre inmigración.

Martina Cociña Cholaky

 

Fuente: https://paradigmamedia.org/arendt-el-reconocimiento-del-otro-y-la-inmigracion-el-peligro-de-naturalizar-la-exclusion/

La muerte de la verdad de Derrida a Trump

El relativismo cultural, entronizado por la academia desde los sesenta, es en parte responsable de la actual era de la posverdad. Así lo piensa Michiko Kakutani, que ha dedicado su libro más reciente a esa perversa relación.

A diferencia de otros muchos libros y panfletos dedicados al inconmensurable desastre, cuyas consecuencias finales estamos lejos de aquilatar y que se resumen en la frase de Timothy Snyder “La posverdad es el prefascismo”, The death of truth. Notes on falsehood in the age of Trump (2018), de Michiko Kakutani, es obra de una crítica literaria. Y no de cualquiera sino de aquella que hasta hace poco era la principal crítica literaria de The New York Times, temida por la brevedad incisiva de sus reseñas, muchas veces injustas, siempre pertinentes. Al bajar a la arena del panfleto político, Kakutani lo hace llena de literatura, lo cual confirma –al menos para mí– la involuntaria asociación delictuosa que acabó por producirse entre el relativismo cultural y la posverdad.

Al igual que muchos de los que ahora pasamos insomnio tras la victoria de Donald Trump en noviembre de 2016, Kakutani corrió a buscar su ejemplar de Los orígenes del totalitarismo (1951), de Hannah Arendt, y se detuvo en el párrafo donde la filósofa de Hannover dice que el seguidor ideal del nazismo o el comunismo no es el exaltado militante sino la persona para quien ha dejado de existir la distinción entre hecho y ficción (la realidad de la experiencia) y entre verdad y mentira (el pensamiento en lo que tiene de tangible).

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 Para Kakutani, asistimos al espectáculo en el que cada día más personas actúan creyendo tener no solo sus propias opiniones sino sus propios hechos, lo cual parece condenar al resto de los mortales a mirar de frente el grabado de Goya, “Murió la verdad”, una de sus denuncias contra Fernando VII.

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La confusión entre hecho y verdad es muy vieja. Acaso se encuentre en el obligado origen de las religiones, pero Kakutani la sitúa a comienzos de los años sesenta del siglo pasado, cuando la Nueva Izquierda se obsesionó con denunciar al Occidente burgués y patriarcal. Dice la autora que el evangelio del posmodernismo (que tiene en Nietzsche a su remoto y también involuntario bautista, agrego) argüía la inexistencia de las verdades universales contra el imperio de las pequeñas verdades personales, percepciones conformadas por las fuerzas culturales y sociales.

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 Gracias a los nietzscheanos de izquierda inspirados en Foucault, esas fuerzas fueron amparadas bajo el amplio y difuso pero absoluto paraguas del Poder multiplicado y denunciado. De acuerdo con Kakutani, la derecha populista secuestró esos “argumentos relativistas” en temas como el creacionismo o la negación del cambio climático. Menos que un secuestro –meto mi cuchara otra vez– se trató de una extraordinaria migración que alguien alguna vez habrá de estudiar, aunque a Kakutani le parece que en Estados Unidos hizo imperar el “efecto Rashomon”

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 –el cual reza que “todo punto de vista depende de mi punto de vista”– en décadas donde el narcisismo y la autoestima se convirtieron en los pilares de una educación sentimental –denunciada en su día por Tom Wolfe– que acabó por parir un monstruo: el propio Trump, el gran trol.

La verdad, nos recuerda Kakutani, es la piedra fundacional de una democracia y una de las cosas que nos separa de la autocracia. El antiintelectualismo pasó de ser una coquetería del macartismo a ser la esencia de la extrema derecha mundial. Ya no es –me parece– una desafección rústica por los libros, sino una verdadera derrota del pensamiento –trátese de Marine Le Pen, Geert Wilders o Matteo Salvini–. No solo se contabilizan la cantidad de mentiras tuiteadas al día por Trump sino que, según The Washington Post, el 47% de los republicanos cree que su candidato ganó también el voto popular y el 68% asegura que millones de ilegales fueron acarreados para votar por Hillary Clinton.

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La bendición de la mentira, escribe Kakutani, se remite a una antañona superstición estadounidense que asocia el intelectualismo con la izquierda, lo cual se comprueba, según yo, en que haya desaparecido del canon universitario –a petición de la propia izquierda– toda la bibliografía conservadora de Estados Unidos –los Críticos del Sur, George Santayana, H. L. Mencken o Allen Tate–, junto a la difícil supervivencia, por políticamente incorrectos, de Ezra Pound y T. S. Eliot. Todos ellos contemplarían horrorizados las ruinas no del modernismo, sino de su propio antimodernismo, como lo temió un viejo conservador, Allan Bloom, en El cierre de la mente moderna (1987).

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Kakutani afirma que, al mentir sobre el falso arsenal nuclear iraquí y luego asociar a Hussein con los atentados del 11 de septiembre de 2001, Washington autorizó la posverdad como política de Estado (marrullería, por cierto, debida a un exintelectual como Paul Wolfowitz).

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 A la posverdad además –tras las elecciones de julio de 2018 esto debe preocupar en México– la acompaña una “deconstrucción administrativa del Estado”,

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 basada en la convicción de que los cuadros profesionales son una élite sospechosa y por ello desechable, porque se trata de una burocracia ilustrada que está en mejor posición de informar a los ciudadanos que los familiares del presidente Trump, como es el caso de Jared Kushner, que le habría llamado la atención a Cornelio Nepote. Kakutani ha registrado con puntualidad este desprecio por los especialistas: desde Silicon Valley, con los emprendedores millonarios como estandarte, pueden leerse The cult of the amateur, de Andrew Keen, o The death of expertise, de Tom Nichols. La ignorancia, lamenta nuestra crítica, está de moda. En 1984, de Orwell, no había una palabra para “ciencia”.

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Que la verdad se convertiría solo en un asunto de perspectiva y agenda lo pronosticó el suicida David Foster Wallace cuando dijo que la proliferación informativa asociada sobre todo a internet acabaría por mudarse al conservadurismo, teniendo como antecedente –dice The death of truth– al propio relativismo de la Nueva Izquierda.

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 Kakutani nos recuerda el orgulloso “leninismo” de Steve Bannon o la confesión de Mike Cernovich de que, gracias al posmodernismo aprendido en la universidad, se había enterado –Jacques Lacan mediante– de que todo es simplemente narrativa.

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 Busquemos nuestra narrativa, concluyó este conocido conspirador de la alt-right.

Detrás del creacionismo o del descrédito del cambio climático se encuentra el odio que los círculos posmodernistas han profesado por la ciencia, a la que han asociado, en la mejor lid estalinista, a los intereses de la clase que la ha ejercido, proveedora del capitalismo. Si la ciencia es falsa, la historia puede serlo con mayor probabilidad. Los negacionistas han “deconstruido” el Holocausto para denunciarlo como fake news, lo cual no habría sido tan fácil sin el relativismo. Esto lleva a Kakutani al caso de Paul de Man (1919-1983), el famoso crítico literario de origen belga y uno de los maestros de la deconstrucción. Cuando se supo que De Man, como tantos jóvenes intelectuales europeos de su generación, había realizado intensas actividades prohitlerianas, probadas con una espantosa hemerografía antisemita de más de cien artículos, ardió Yale. Retrospectivamente, los defensores de De Man, entre ellos Jacques Derrida, trataron de “deconstruir” su antisemitismo, apoyados en la “indeterminación” del texto y la inestabilidad del lenguaje, lo cual permitía leerlo de manera irónica. Es decir: De Man no llamó a desaparecer todo vestigio judío de las artes y las letras sino que quiso decir, a sus veinte años, exactamente lo contrario para subvertir, medio siglo después, el malhadado prestigio de la verdad.

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 Con similares machincuepas, en Francia se trató de “desnazificar” a Martin Heidegger en los ochenta, tarea hoy imposible dada la conexión sin ambages entre el antisemitismo y su filosofía, que ha quedado demostrada con la reciente publicación de sus Cuadernos negros.

Volviendo a Estados Unidos, la crítica literaria de origen japonés relee a Tocqueville y nos hace recordar que, siglo y medio antes de Facebook e Instagram, el autor de La democracia en América notó que los estadounidenses tendían al autismo, como diríamos hoy día, poniendo en peligro las necesidades colectivas de una democracia. Ayn Rand (1905-1982), la publicista rusa cuyas novelas son canónicas hasta para el iletrado Trump, llevó dicha preocupación a un extremo de insuperable endiosamiento, cuando afirmó que la más alta virtud moral es la búsqueda, a través del dólar, de la felicidad personal.

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Si nuestro siglo XXI ha acabado por convencernos de que la contradicción fundamental ya no es la de la izquierda contra la derecha, sino el conflicto entre democracia liberal y populismo autoritario, la lectura de The death of truth ofrece una bendita lección de transparencia. Kakutani justamente explora en esas dos tradiciones –la socialista (para no hacer uso de la acepción estadounidense de “liberal”, tan equívoca) y la conservadora– la explicación del populismo contemporáneo, que debe mucho, como no podía ser de otra manera, a ambas escuelas. En otros puntos, la autora se excede cuando se atrinchera en un tipo puritano de crítica literaria –muy propio del trascendentalismo del siglo XIX y vigente en pensadores como Martha Nussbaum– que le exige a la literatura, no sin cierta razón, compromiso moral, y que ofrece a novelistas como Karl Ove Knausgård y Michel Houellebecq (ninguno de los dos de mi preferencia) como pruebas del extremo ombliguismo de la literatura actual.

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 Es probable que lo sean pero individualistas fanáticos y autorreferenciales los hay en toda la cultura que los angloamericanos llaman “modernismo”.

Mayor sustancia tiene el alegato de Kakutani contra los estragos de la ficcionalización y el feminismo radical en la crítica y en la biografía, dado que ambos descreen de la verdad, porque todas las verdades son parciales. Así, es imposible escribir –me imagino, siguiendo un ejemplo ofrecido por la autora– una biografía amplia, neutral y por fuerza controvertida de Sylvia Plath y Ted Hughes, esa relación turbulenta. Solo pueden argumentarse dos verdades legítimas en eterno conflicto y cada cual escogerá, para pelear, la suya. Si se me permite, eso es trasladar la perversa dicotomía amigo/enemigo, que trazó Carl Schmitt, de la política a la literatura. Y si nos relajamos, como “se relajó” Trump ante el tiroteo neonazi en Charlottesville, terminaríamos por conceder, misericordiosos, que hay gente buena en ambos lados.

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No se debe banalizar la verdad, se insiste en The death of truth. La vulgarización, ese fenómeno tan común en la buena literatura y el gran cine, tuvo un primer impulso en los reality shows de los que proviene Trump, espectáculos cuya naturaleza idiosincráticamente estadounidense se remonta al siglo XIX, según lo ha estudiado Marc Fumaroli en París-Nueva York-París. Viaje al mundo de las artes y de las imágenes (2009), al recordar al empresario cirquero P. T. Barnum. Después apareció internet, el instrumento supremo para que cada cual tenga, además de sus propias opiniones, sus propios hechos. Esa transición no es nueva –es la esencia del totalitarismo, como subrayó Arendt– y a ella sigue, súbitamente, la decadencia del lenguaje. Así nos lo recuerda Kakutani, citando 1984 o el diario del lingüista Victor Klemperer bajo el nazismo.

El asalto de Trump contra la verdad no podía ser solo político sino es también gramatical, a través de Twitter, cuyo uso ha degradado la vida democrática –una responsabilidad que es de todos sus usuarios, sean políticos o ciudadanos–. Resulta redundante repasar las bien conocidas, por cotidianas, barrabasadas de Trump que relata Kakutani, pero es simpático mencionar que el presidente ha hecho escuela no solo en la política, sino también en los negocios. Hay gente que gana dinero creando fake news, como la muy oronda Desinfomedia en California.

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 En el ámbito político, no solo se trata de Estados Unidos: en tiranías –como la de Bashar al-Ásad– o democracias iliberales –sea la de la antigua Birmania o la de Rusia– se expande una política tribal donde los medios difunden solo aquello que es “hiperpartisano”, como sucede en Fox News o en la televisión pública catalana confiscada por los independentistas. En esos medios, sobra decirlo, el menor atisbo de crítica negativa o divergencia se ha esfumado. Reina, totalitaria, la posverdad.

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La oficiante mejor adiestrada en este sepelio de la verdad es la Rusia de Putin –lo que convierte el asunto en una increíble (y hasta paródica, como lo pide nuestra época) reposición de la Guerra Fría–. En su recuperado leninismo, los llamados “neobolcheviques” –Viktor Orbán en Hungría, Nigel Farage en Gran Bretaña o Jarosław Kaczyński en Polonia– se demuestran devotos, voluntarios o no, de Vladislav Surkov, el principal propagandista de Putin, para quien la creación del caos, primero en Rusia y después en el resto del mundo, es la manera de destruir el liberalismo mediante la “neoverdad”, lo que no es nada novedoso. De todo eso da cuenta The death of truth, pero la verdadera novedad es que también se nos informa que Surkov citó a Derrida como su maestro en el arte de la mentira, pues, según sus lecturas, si el lenguaje no es fiable y la relación entre las palabras y el sentido es inestable, las nociones occidentales de veracidad y transparencia son inocentes y escasamente sofisticadas. La deconstrucción, concluye Kakutani, es profundamente nihilista y su labor destructiva implica, en términos públicos, que ha sido fútil toda la obra de periodistas e historiadores capaces de ofrecernos verdades demostradas gracias a la evidencia.

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Lo que fue una doctrina antiautoritaria, el posmodernismo en los años sesenta, ha terminado en un horror, debido a su empeño por repudiar a la razón occidental como un vejestorio al uso de las clases dominantes y al lenguaje como un fascismo veleidoso disociado de toda veracidad. Se trata de otra traición de los clérigos, digo yo, que acaso termine por ser más costosa que la ocurrida después de la Primera Guerra Mundial, si es que a la posverdad no la devora su mefistofélica naturaleza paródica. Philip Roth temía que el destino final de los Estados Unidos estuviera en la commedia dell’arte. Es probable. Mientras ello ocurre The death of truth, de Michiko Kakutani, confirma mi esperanza de que volver a la Edad de la Crítica no solo es nostalgia. Es una urgencia política.

 

 

 

FUENTE: Revista Letras Libres

https://www.letraslibres.com/mexico/revista/la-muerte-la-verdad-derrida-trump

Una apuesta a la verdad del sujeto

Con el título “Locuras y ficciones de cada uno. Qué dice el psicoanálisis”, en octubre se realizarán las Jornadas anuales de EOL Rosario. Su director, Daniel Perretta adelanta que “no hay manera de domesticar los modos de goce”.

 

Para Perretta, se trata de deconstruir y construir las ficciones de cada analizante.

 

”Locuras y ficciones de cada uno, qué dice el psicoanálisis”, es el título de la XX Jornada Anual de la EOL sección Rosario que se realizará el sábado 13 de octubre. No es una Jornada más porque se festejarán también los 20 años de creación de la Escuela en la ciudad, como Sección de la EOL. Su director, Daniel Perretta, adelanta los conceptos que se proponen para trabajar.

–¿Por qué la elección de este tema: Locuras y ficciones?

–Hemos elegido hablar de locuras y ficciones, ya que por un lado estamos en la época de homogeneizar los modos de goce, lo que implica la pérdida de las singularidades. Por esto mismo, asistimos a una proliferación de los diagnósticos, donde todos deben estar encuadrados y regulados.

Lo que el psicoanálisis ha encontrado es que aún cuando se quiera estandarizar a través de clasificaciones, no hay manera de domesticar los modos de goce, y en todo caso, es posible tratarlos. ¿De qué manera? Se trata de la deconstrucción y la construcción de las ficciones. La ficción viene a ser el recurso que se coloca en el lugar de lo imposible, y que quizás encontraremos algunas veces como estas locuras de cada uno.

–¿Cuál es la relación y la diferencia entre locura y ficción?

–Sabemos que hay locuras que no son las psicosis, que son la locura de cada uno, que podríamos llamar el pequeño delirio de cada uno. Queremos investigar en esta jornada si estos pequeños delirios pueden ubicarse como una ficción. Es decir, algo que se presenta bajo la modalidad de la verdad, y sabemos, como nos enseñara Lacan, que la verdad tiene estructura de ficción.

Es decir, que las ficciones no se presentan como una simulación ni una representación, sino más bien con esta relación íntima a la verdad.

Hay un efecto de la práctica analítica que toca a la verdad y la reubica, a nivel de lo que se ha llamado “doxa”. La doxa es una opinión, que a partir de la praxis analítica toma el estatuto de verdadera. Es decir, que pondremos en cuestión algunos de los fundamentos de nuestra práctica.

–La ficción tanto como la locura han ocupado un lugar en la producción humana desde el principio de los tiempos. ¿Qué nos dice el psicoanálisis?

–El lugar de la locura no es aquí, como se ve, el tradicional, el del loco de la antigüedad, el de las naves de los locos. Uno tendría que decir que esos locos cuestionaban un orden establecido, cuestionaban lo dado de una realidad. El psicoanálisis de la orientación lacaniana ha encontrado que también tiene sus locos. Es decir, aquellos que cuestionan algunos saberes instituidos. Si se avanza en el curso de un análisis se aprende a hacer con las ficciones, a construirlas y usarlas, especialmente para tratar aquello que hace obstáculo a la vida. ¿Acaso hay una locura más grande que la de saber hacer con lo que hace obstáculo?

Esto hemos aprendido de los finales de análisis, y en nuestra Jornada también lo investigaremos, a partir de la presentación de un testimonio, de alguien que avanzó en su análisis y lo terminó. Veremos si podemos aprender como supo arreglarse con sus obstáculos.

–Freud hablaba de fantasías, de ensoñaciones, de sueños diurnos y de la novela familiar del neurótico. ¿Cuál es la vigencia de dichos términos en la elaboración actual?

–La primera versión freudiana de la ficción que podemos localizar es la llamada “novela familiar”. Ya en 1908 Freud nombra a la actividad imaginativa del niño como “obra de ficción”. Luego Lacan en 1953 la retoma bajo la forma de “El mito individual del neurótico”, donde nos da una definición precisa: “El mito es lo que da una forma discursiva a algo que no puede ser transmitido en la definición de la verdad, porque la definición de la verdad solo puede apoyarse sobre ella misma…”

En el momento actual, y tantos años después, el planteo freudiano no ha perdido ni un poco de su vigencia. Fantasías, ensoñaciones, nos siguen hablando de verdades de los sujetos. Con una diferencia, a veces… la realidad actual nos ofrece las fantasías ya preparadas, y las encontramos por ejemplo en las pantallas.

–Al final de su enseñanza Lacan modifica la grafía del término ficción y lo escribe «fixion» con x. ¿Qué significa ese cambio?

–Efectivamente, Lacan deja el término ficción por el de fixión. Y este es un punto a trabajar especialmente. Por un lado, está referido al tratamiento de la verdad como doxa. La fixión como tratamiento de la inexistencia de la relación sexual implica un trabajo para el que se ensayan remiendos, parches, suplementos, porque lo que está en juego es lo imposible.

Por otro lado, lo imposible de lo que se trata puede referirlo a la vigencia de un término freudiano. La fixierung. Es decir, se trata de un punto de fijación, de detenimiento de la pulsión y nos da el indicio del real a tratar, ese, que tal como decíamos necesita de un saber hacer, porque si no, vuelve siempre del mismo modo.

-¿Cuál es la importancia en el campo del psicoanálisis y en nuestra ciudad de esta Jornada Anual de la Escuela de la Orientación Lacaniana Sección Rosario?.

–Para los psicoanalistas de la orientación lacaniana que trabajamos en esta ciudad y en la EOL, estas Jornadas Anuales revisten muchísima importancia tanto como acontecimiento epistémico y de relevamiento de lo trabajado en el transcurso de un año y de todos estos años, sino también en esta ocasión especialísima porque nuestra Sección de la EOL, que integra como tal la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP), cumple 20 años, que festejaremos con la presencia de analistas de nuestra ciudad y otras Instituciones locales, como de otras ciudades, Santa Fe, Córdoba, Pergamino, Venado Tuerto, y otras. De Buenos Aires vendrán integrantes del Consejo Estatutario de la EOL: Leonardo Gorostiza (Presidente) y Aníbal Lesserre. También la Presidente de la FAPOL, Federación Americana de Psicoanalistas de Orientación Lacaniana, Flory Kruger. Y Fernando Vitale, recientemente nominado AE, quien vendrá a dar testimonio de su Pase en nuestra Jornada Anual. Quienes conformamos el Directorio de la Sección, yo personalmente, Carolina Rovere y Graciela Rodriguez los esperamos y recibiremos a todos los que quieran asistir para compartir un saber, y una experiencia.

*Coordinación Psicología Rosario12. Participante EOL Sección Rosario.

 

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/143256-una-apuesta-a-la-verdad-del-sujeto

Hitchcock, más allá del suspenso: la nueva exposición de la Cineteca

Hitchcock, más allá del suspenso llega a La Galería de la Cineteca
Hitchcock, más allá del suspenso: la nueva exposición de la Cineteca en la que conocerás detalles sobre la vida y obra del cineasta ¡los martes será entrada libre!

Finalmente llegó a México la exposición “Hitchcock, más allá del suspenso“, una muestra que busca acercar al público con el trabajo de uno de los cineastas más destacados del siglo pasado, cuyo obra nunca perderá relevancia. Ya la vimos y te contamos todo lo que debes saber de ella, no te la puedes perder. Además, ¡los martes la entrada es gratis!

Hitchcock, más allá del suspenso: la nueva exposición de la Cineteca

¿Sabías que Alfred Hitchcock creó un grupo que estuviera dedicado exclusivamente a la difusión de noticias sobre él? Éste es sólo un ejemplo más de las medidas de control que ejercía sobre su trabajo el también llamado “Maestro del suspenso“. Esto y más descubrirás en la nueva exposición que alberga La Galería de la Cineteca Nacional, “Hitchcock, más allá del suspenso”.

  • ¿Dónde? La Galería de la Cineteca Nacional: Av. México Coyoacán 389, Xoco.
  • ¿Cuándo? Del jue. 13 de septiembre de 2018 al 13 de enero de 2019. Mar. a dom. 11:00 a 21:00 (aunque el último acceso es a las 20:00).
  • ¿Cuánto? General, $65 y descuento para menores de 25, INAPAM, meastros y estudiantes, $45. Los martes es entrada libre.

Compra tus boletos en taquilla o en línea.

Hitchcock, más allá del suspenso: exhibición de besos en el cine de Hitchcock

La exposición fue curada por Pablo Llorca, profesor de Historia del cine e Historia de la fotografía en la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca, quien se enfocó en mostrar el mundo de Hitchcock desde una perspectiva global y reconocer el aporte que su obra hizo a la industria. La muestra está segmentada en cinco bloques: “Introducción”, “El toque Hitchcock”, “Mujeres y hombres”, “Hitchcock y su tiempo, el arte y la arquitectura” y “El revés de la trama: Hitchcock, las apariencias y los trucos”.

Entre las más de 200 piezas que componen la exhibición encontrarás desde fotogramasrevistaslibrosoriginales, cartelesstoryboardsbocetos y hasta archivos audiovisuales; a través de los cuales identificarás las claves de sus películas, como el papel de los personajes femeninos; conocerás detalles de su vida y su personalidad, entre ellos las controversias que lo rodearon; descubrirás curiosidades sobre su proceso de creación y algunos de sus trucos; asimismo, verás cómo fue que se rodeó de grandes colaboradores y trabajó con los actores más reconocidos de su época, llevando su cine a un plano mucho más comercial.

Hitchcock, más allá del suspenso: detalle de su colaboración con diseñadores y actores

Actividades paralelas a Hitchcock, más allá del suspenso

A propósito de la exhibición, la Cineteca presentará un ciclo con 35 de las películas sonoras de Hitchcock, todas restauradas en 2k y 4k. Además, como parte del ciclo permanente “Clásicos en pantalla grande“, del 15 al 30 de septiembre se enfocará en la proyección de cintas del realizador, los sábados a las 20:00 y los domingos a las 18:00. Así podrás revivir películas como PsicosisLos pájarosVértigoLa ventana indiscreta, Intriga internacional, Pacto siniestro, En manos del destino y más.

Tampoco te puedes perder las charlas complementarias en las que se analizarán sus películas desde diferentes puntos de vista, éstas se llevarán a cabo en la Cineteca, el Centro Cultural de España en Méxicoy la Universidad Iberoamericana de CDMX, consulta la cartelera AQUÍ.

Hitchcock, más allá del suspenso: exhibición de Psicosis

ANA Y BRUNO Y CÓMO LA ANIMACIÓN MEXICANA ROMPE CON MITOS

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La película Ana y Bruno aborda temas como las enfermedades mentales o la pérdida de un ser querido, con un lenguaje sencillo para que los niños puedan entender experiencias de la vida.

Más de una década tardó que la película animada más cara en la historia de México llegara a las salas. Ana y Bruno, en su primer fin de semana, se colocó en el sexto lugar de la taquilla, pero logró generar polémica alrededor de los temas que trata, entre los que están la esquizofrenia y el duelo.

Algunos usuarios en redes sociales comentaron que el filme no es apto para niños, aunque su clasificación es A. También hubo quienes defendieron a la producción, dirigida por Carlos Carrera, al asegurar que no se debe subestimar la inteligencia de los niños frente a estas temáticas.

“Es un tema difícil, sobre todo en México, no existe la costumbre en algunas familias de hablar de estos temas con sus hijos y creo que es lo que estamos viendo en las redes, esta polémica que se da entre los papás que van con sus hijos pequeños, que la disfrutan mucho y la agradecen y los papás que no se la pasan bien, que les incomoda y que prefieren salirse. Hemos visto las dos cosas, considero que los papás están en su derecho de educar a sus hijos como quieran”, opina Pablo Baksht, productor del filme.

La premisa del largometraje es que Ana y su madre toman unas supuestas vacaciones en un lugar alejado de la ciudad, ahí, la infante se encuentra con Bruno, el amigo imaginario de otro huésped y pronto descubrirá que no todo es como ella esperaba

“Desde el inicio consultamos a una psicóloga infantil, porque dijimos ‘está buenísima esta historia, pero tampoco queremos traumar niños’, para ver a que target la encausábamos, hacia qué público dirigíamos el guión y la película, la psicóloga nos dijo que lo veía padrísimo para los niños, que era una gran oportunidad para que los papás hablaran con sus hijos de estos temas que son tabú en las películas infantiles”, argumenta Baksht.

Ana y Bruno tendrá un lanzamiento paulatino en Latinoamérica el resto del año y llegará a España el 21 de septiembre. Se prevé que pueda llegar también a China y Rusia, donde es posible que tenga la oportunidad de recuperar su inversión.

“QUE CUESTE LO QUE TENGA QUE COSTAR”

Baksht no rehuye al tema de cómo es que Ana y Bruno es el largometraje animado más costoso de México, justifica que el proyecto fue ambicioso para poder competir con el nivel de calidad de producciones que se realizan actualmente en otras partes del mundo, aunque al inicio sí tenían contemplado un costo mucho más bajo.

“La animación es mucho del tiempo que le dedicas a los personajes, escenarios y demás, es igual a calidad y el tiempo pues es dinero. Entonces, mientras más calidad busques, necesitas mayor presupuesto. Después, cuando ya me dijeron que no iba a ser eso (el costo), dijimos ‘bueno que cueste lo que tenga que costar’, no nos importaba ser la más cara, sino hacer una película que llenara los cines”, precisa.

Fueron 104 millones de pesos la inversión que se tuvo para hacer Ana y Bruno, de la cual, un 80 por ciento proviene de fondos privados. Baksht admite que es una labor titánica el poder juntar esa suma, además de tener una ganancia, que hasta ahora no ha sucedido y se sincera sobre que la campaña publicitaria no fue la indicada para atraer al público

“Sí, arrancamos muy bajo, creo que el trailer y el poster gustan mucho menos que la película, el filme está gustando mucho más que la campaña, entonces los resultados bajitos que tuvimos este fin de semana se deben a que la campaña no gustó”, dice.

MÁS QUE UN MENSAJE, UNA EXPERIENCIA

El productor Baksht vivió en carne propia la pérdida de un ser querido cuando era un infante, aunado a eso, recuerda que ver Bambi en el cine fue un punto catártico, pero al interior de su casa esquivaban hablar de ello.

“Me he dado cuenta de que hubiera sido mejor hablar las cosas directo, como son. Los niños entienden todo, se dan a veces más cuenta de las cosas que los adultos quieren como esconder”, refiere.

Por eso es que con Ana y Bruno se procuró transmitir una visión distinta de este y otros temas, más allá de dar por sentado una idea o explicar cómo es que puede ser un duelo o el vivir un problema mental.

“No es tanto dar un mensaje, sino como contar una experiencia, que le sirva a los niños para aprender de la vida, los cuentos infantiles de la antigüedad tenían esa su función en la sociedad, que los niños se prepararan para lo que iban a vivir en el futuro y que pudieran conocer la experiencia de otros”, finaliza

MEJOR CGI QUE 2D

De por qué se realizó Ana y Bruno en animación computarizada, Baksht explica que eligieron esa técnica porque se podía avanzar más rápido en la producción, ya que de hacerlo cuadro por cuadro, en técnica de dibujo, los cambios hubieran sido más laboriosos.

“Con el CGI, con el 3D, la ventaja que tiene uno, es que una vez que ya están dibujados los personajes y los escenarios, ya nada más es cosa de irlos posando, acomodando para cada cuadro en lugar de dibujarlos, esa fue la razón”, afirma el productor de la cinta.

LA NOVELA GRÁFICA

El autor original de la historia en la que se basa la película, Daniel Emil, ha mantenido inédita a Ana, la novela gráfica en la que se inspiró la cinta, esto por petición de los productores que tardaron 13 años en estrenar Ana y Bruno. La novela se publicó por Trilce Ediciones y las ilustraciones son de Héctor Falcón.

No queríamos que se conociera las sorpresas de la historia, creemos que son maravillosas y si fue un acuerdo que tuvimos con el escritor, de que íbamos a hacer esta película y que la novela saliera publicada cuando se estrenara la cinta”, asegura Pablo Baksht.

Fuente: https://www.reporteindigo.com/piensa/ana-y-bruno-y-como-la-animacion-mexicana-rompe-con-mitos/

Una ficción sobre las desdichas más contemporáneas

Una adolescente enfrentada al bullying, la depresión y el suicidio, el tema de Querido Segis

 

Una ficción sobre las desdichas más contemporáneas

Después de concentrar su trabajo en la literatura infantil, Moisés Sheinberg (Ciudad de México, 1966) comenzó una exploración creativa con Querido Segis, una novela juvenil que relata las desventuras de Tétric, una adolescente capitalina agobiada por las adversidades, la gran mayoría autoimpuestas, que le impiden enrolarse exitosamente en los círculos sociales, pero que, de las maneras menos ortodoxas se va abriendo camino por los recovecos de la vida contemporánea, con una percepción de abandono paternal a cuestas, una tendencia parasuicida, que a veces resulta cómica y otras más bien angustiante, y la siempre presente sombra desmoralizante del bullying.

En esta novela ganadora de la mención honorífica del Certamen Internacional Sor Juana Inés de la Cruz en el 2014 y publicada finalmente en el 2018 por la editorial De otro tipo, Sheinberg ha encarnado la mente de una joven incomprendida y le ha dotado de una vida de exploración y autoconocimiento con la que cualquier joven puede reconocerse fácilmente a través de los primeros enamoramientos y vínculos de amistad, pero también con tópicos como la sexualidad y sus abismos, el alcoholismo, las drogas, la depresión y el latente pensamiento del daño autoinfligido, el suicidio.

El culpable de que esta joven retraída se abra ínfimamente al mundo es el tal Segis, un psicoanalista cuyo nombre es una morfología de Sigmund (Freud), que no es más que un personaje inventado que usa como pretexto para escribir un diario en su computadora al que le confía los detalles más íntimos de ese desvirtuado periodo de su vida.

—¿Qué te motivó para escribir Querido Segis?

Antes había escrito solamente novelas infantiles y tenía ganas de salirme del género. Alguna vez, tallereando, se me ocurrió hacer el cuento de una joven que le escribe a un psicoanalista imaginario. Escribí un capítulo y luego la idea me fue germinando. Primero fue un método muy exploratorio, pero después comencé a interesarme en describir cómo era la vida de esta niña.

—¿Qué tanto de exploración tienes que hacer para poder contextualizar el entorno de un personaje como éste? ¿Hay algo de evocaciones propias?

Es una combinación. Pensé en cuando yo era joven: aunque eran otras épocas, no había tecnología pero sí bullying. Por otro lado veo a mis hijos, el lenguaje que hablan y la forma en la que se comunican; veo a sus amigos, las redes sociales y cómo también buscan encajar; el tipo de fiestas y de drogas que hacen hoy porque no son las mismas que se usaban hace 30 años. De manera que toda la investigación fue vivencial, a través de mis hijos.

—¿Cuáles han sido las primeras impresiones que has recibido sobre el libro?

El libro ha tenido mucho eco con jóvenes que se identifican con Tétric. Pensé que iba a tener más eco con los papás, pero los jóvenes se han identificado mucho, les ha gustado esta búsqueda; han puesto énfasis en el bullying, en cómo la gente no se siente aceptada y no se puede integrar a la sociedad.

—Se intuye que también tiene un discurso para los padres. ¿Qué tratas de transmitir para ellos?

Veo mucho hoy en día que los padres cada vez nos tardamos más en crecer y queremos mantenernos jóvenes más tiempo; lo cual no está mal, pero, de alguna manera, el papel de padres se ha perdido porque estamos más preocupados por ser amigos de los hijos, queremos que siempre piensen bien de nosotros; no nos preocupamos por ponerles límites y por guiarlos. Muchas veces lo que los hijos están pidiendo son límites, necesitan alguien que les diga hasta dónde.

—¿Este libro ha motivado alguna catarsis en ti?

Usar un personaje mujer me permitió sacar muchas cosas que tal vez en mis épocas eran mal vistas en los hombres, como ser más sensible al arte. Había que ser muy machos y muy duros. Me permitió conectarme con cosas con las que tal vez nunca me había conectado o yo nunca me había permitido expresar.

—¿Qué pretendes comunicar principalmente a los lectores?

Me gustaría inspirar en quienes lo lean que se atrevan a ser más genuinos, que no se dejen llevar tanto por qué van a decir los otros: que si los van a bullear, que si no van a ser populares o si no van a ganar dinero; todas estas cosas que nos impone la sociedad, sobre todo a los 17 o 18 años que somos muy vulnerables.

¿Es bueno inventarse a un psicoanalista o escribir un diario como método catártico o para definir a la personalidad que trascienda la necesidad de encajar?

Cien por ciento. Creo que el diálogo interno es importantísimo para conocernos, para entendernos, ya sea con una terapia real o con un diario, pero sí creo que el platicar de lo nuestro (incluso con nosotros mismos) nos ayuda a conocernos y a darnos cuenta que muchas veces estamos haciendo las cosas por las razones incorrectas.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

 

Fuente: https://www.eleconomista.com.mx/arteseideas/Una-ficcion-sobre-las-desdichas-mas-contemporaneas-20180910-0099.html

LACAN Y EL MAYO DEL 68: ¿QUIÉNES ESTABAN BUSCANDO UN NUEVO QUÉ?

 

Por Jordi Marine

 

 

“Si tuvieran un poco de paciencia y si quisieran que nuestros impromptus continúen, les diría que la aspiración revolucionaria no tiene otra oportunidad que desembocar, siempre, en el discurso del amo. La experiencia ha dado pruebas de ello. A lo que ustedes aspiran como revolucionarios, es a un amo. Lo tendrán.

 

Jacques Lacan frente a una protesta estudiantil

en Vincennes, el 3 de diciembre de 1969

 

En los comentarios escépticos de las revueltas del mayo de 1968 suele sobrevolar, desde todos los frentes, las palabras de alguien llamado “Jacques Lacan” que se dice que retrataba los movimientos de 1968 como la búsqueda de “un nuevo amo” por parte de unos estudiantes ingenuos, acomodados y exaltados. De esto suele seguir una crítica a las diversas ramificaciones de la lucha insurreccional no exclusivamente económicas que tomaron fuerzas después de éste período, a veces para llegar a lúcidas advertencias frente los problemas de lo llamado como identity politics, a veces para revolverse en algún tipo de pureza existencial de toda clase obrera. En cualquier caso, la frase es un puente para criticar algún tipo de ingenuidad o vacuidad con la que se elucubraba la palabra de “libertad” en los hechos de 1968, para hacer ver cómo frente a la tensión entre la capacidad de transformar la sociedad y la de ser transformado (existente en todo movimiento del mismo tipo), claramente lo que comportó o inició el mayo del 68 cayó frente a lo segundo. Negar completamente tal cosa sería de una necedad absurda, casi del mismo grado que lo sería dejar tales hechos guardados en un cajón como mera anécdota curiosa. No hay que ser ningún fino analista para ver que los acontecimientos del 68 aportaron algo, un cierto punto de inflexión, un momento de dinamismo insalvable, que nos sirve para poder entender el hoy mismo en términos de poder, política o estructura social. La cosa, con lo planteado, está clara: no sirve el legado confesional para responder a los acontecimientos del 68, no hay un “sí” o un “no” frente a lo ocurrido, lo interesante se encuentra en lo ambiguo, en una zona más “gris”. Lacan, sin duda, era consciente de tal cosa.

Es hacer poca justicia de un autor de gran envergadura cómo Jacques Lacan el atribuirle a través de la interpretación reduccionista de parte de una frase una posición confrontada respecto lo que pasó en el mayo del 68. Es fácil ver, para cualquiera que haya siquiera intentado entrar en el cuerpo teórico lacaniano (o para cualquier persona medianamente rigurosa en general), los errores que puede causar el atribuir una interpretación desde una, cómo denominaba algo parecido Jorge Moruno recientemente, frase de galletita del autor. No sólo eso: salir además de estas reconfortantes pero inútiles interpretaciones nos lleva a vislumbrar un planteamiento mucho más interesante respecto a la cuestión, ya que no se puede, para nada, decir que Lacan lo único que aporta son, por decirlo así, malas noticias.

Lacan no tomó ni una posición apolítica ni meramente contemplativa en el mayo del 68: en la mañana previa a la denominada la noche de las barricadas del 10 de mayo (1968) se publicaba una carta en el periódico Le Monde firmada por varios intelectuales y pensadores combativos del momento apoyando los signos de la contestación, entre los cuales firmó Lacan junto a pensadores como Jean Paul-Sartre o Maurice Blanchot. No fue, además, su único acto a favor de las movilizaciones: aquel mismo año Lacan suspendió su seminario a título de “El Acto Analítico” con el fin de mostrar simpatía por lo que se movía en ese momento (Dosse 1998).

Las intervenciones públicas posteriores, pero, junto con un carácter duro y enervante del psicoanalista, harían olvidar fácilmente éste apoyo por los hechos del 68 en favor de varias confrontaciones con los llamados “revolucionarios”: en la mañana del 22 de febrero de 1969, en una conferencia de Foucault, Lucien Goldman – connotado marxista – intentó burlarse de Lacan (apuntando también a un enemigo conceptual común desde ciertos movimientos sociales y epistémicos en esos tiempos: el estructuralismo): “¿Miró usted, en 68, sus estructuras? ¡Eran las gentes las que estaban en la calle!” le interpeló, a lo que Lacan respondió: “¡Si los eventos de Mayo demostraron alguna cosa, mostraron que fueron precisamente las estructuras las que fueron llevadas a las calles!” (Dosse 1998). La sesión que terminó con la cita inicial y la frase que nos incumbe fue dada unos meses más tarde (3 de diciembre de 1969) en Vincennes, centro experimental universitario, en una sesión anunciada a título de “Analiticón, cuatro impromptus”, dónde se organizó una protesta alrededor de la charla, con la que Lacan mantuvo un breve diálogo, situación que posteriormente comentaría brevemente en una sesión de su “Seminario 17” (Lacan [1969] 1992). Algo similar también ocurrirá 3 años más tarde (1972), cuando Lacan sufrirá una irrupción seguida de un ataque por parte de un estudiante situacionista que intentaría transmitir su mensaje. El episodio, filmado por Françoise Wolff, concluyó con este comentario de Lacan: “Tal como decía él, deberíamos participar… Deberíamos cerrar filas para lograr… bueno, ¿qué, exactamente? ¿Qué significa la organización sino un nuevo orden? Un nuevo orden es el retorno de algo que, si recuerdan la premisa de la que partí, es el orden del discurso del amo […]. Es la única palabra que no se ha mencionado, pero es precisamente el término implícito en la organización” [1] (Stavrakakis 2007).

En éste resorte de episodios biográficos se muestra algo que parece crucial para entender la lectura de Lacan de los acontecimientos: el discurso del amo. En el ya mencionado “Seminario 17” que Lacan dio entre 1969 y 1970, un año después de los eventos del 68, Lacan se interesaría por la discursividad, y desarrollaría desde ahí la idea de discurso como forma que tenemos los seres humanos de hacer lazos sociales.

Lacan se plantea el discurso como algo estructural, fundado en la estructura del lenguaje, no en o desde el propio sujeto. Esto es relevante: lo que intenta articular con esto Lacan es una serie de dispositivos, de estructuras, aunque – como menciona severas veces – de estructuras “débiles”, es decir, dinámicas, no totalizantes. Lo que Lacan articula aquí no es nada parecido a una teoría como la de Freud en “El Malestar en la Cultura”, no pretende tanto: para Lacan ([1969] 1992, 13) el discurso es “un aparato que no tiene nada de impuesto, como se diría desde cierta perspectiva, nada de abstracto respecto a ninguna realidad. Por el contrario, está ya inscrito en lo que funciona como esa realidad [….], la del discurso que está ya en el mundo y los sostiene, al menos el mundo que conocemos“. Cuándo Lacan habla del discurso del amo no se refiere a un discurso abstracto o ahistórico siempre existente, se refiere a una forma concreta de organización de los lazos sociales que puede, a su vez, mutar o variar.

Desde aquí, pues, ¿qué sería el discurso del amo? Tal discurso forma parte de los 4 discursos (junto con el universitario, el de la histeria y el del analista), podríamos decir, fundamentalespara Lacan, que constituyen las relaciones sociales básicas que organizan cualquier tejido social, pero que también pueden convivir con otras formas. El discurso del amo, en ese sentido, organiza el vínculo entre el dominante y el dominado, entre el amo y el esclavo. Tal discurso parte y empieza a trabajar desde la sociedad griega y representa para Lacan el discurso en el que se manifiesta la filosofía, nombrado por Hegel, pero existente antes de éste. Sin necesidad de esbozar el dispositivo algebraico lacaniano, Lacan ([1969] 1992, 21) afirma en ése sentido que “La filosofía, en su función histórica, es esta extracción, casi diría que esta traición, del saber del esclavo para conseguir convertirlo en saber de amo“, es decir, que la filosofía ha funcionado como la extracción del saber hacer del esclavo (saber que Lacan usa en un sentido concreto también, como conjunto de los otros significantes de los cuales el amo se encuentra desconectado) en el sentido en que se establecía en los diálogos de Platón de tomar la esencia, el saber transmisible de las técnicas artesanales. De esta operación distinguida de la filosofía antigua hay, cómo no, un retorno, un excedente, un límite: “Y luego esto se redobla, naturalmente, con un pequeño golpe, un retroceso, que no es ni más ni menos que lo que se llama un lapsus, un retorno de lo reprimido” (Lacan [1969] 1992, 20). Esto es algo característico de los discursos [2]: la operatividad de estos se estructura a partir de una falla, como bien lo plantea Morales (2016, 10) “las estructuras no se entienden por sus mecánicas sino por su caos“, el discurso del amo se entiende y opera a través de la producción del objeto causa de deseo que el amo no puede captar en tanto que sujeto, que ocasiona un giro, una pregunta por el ¿quién soy yo? (ilustrado por el movimiento introspectivo de Descartes), como lo plantea el propio Lacan ([1969] 1992, 22): “Es conveniente distinguir el momento en que surge este viraje de la tentativa de traspaso del saber del esclavo al amo y el de su reinicio, motivado sólo por cierto modo de plantear en la estructura toda función posible del enunciado en tanto se sostiene únicamente en la articulación del significante“. Ahí hay una operación bisagra en el discurso del amo, dónde pasamos de la pregunta hacia al otro (en minúscula, el esclavo) hacia la pregunta al Otro (en mayúscula), como bien concluye Dasuky (2010).

Lo verdaderamente relevante de tal exposición es entender que el amo – que dirige todo este dispositivo -, no posee lo llamado como el saber sino que se dirige a tal, el saber se encuentra en ambas situaciones en la posición del esclavo en tanto que saber hacer o en el Otro, pero no en el amo, que simplemente se dirige a él. Esto – tomándome algunas libertades en favor de ser más claro – es lo que nos permite visualizar más cómo se entiende esta inicial relación de dominación: el amo no domina el esclavo en razón de su saber, simplemente le manda, sin necesidad de justificarse. Lacan ([1969] 1992, 32) es ahí claro: “He aquí lo que constituye la verdadera estructura del discurso del amo. El esclavo sabe muchas cosas, pero lo que sabe más todavía es qué quiere el amo, aunque éste no lo sepa, lo que suele suceder, porque de otro modo no sería un amo“.

Ahora: no es complicado determinar que tal forma de dominación dejó de operar hace ya un tiempo pero que, de algún modo, el discurso del amo se mantiene. Esto es clave en la interpretación de los hechos del 68 en Lacan, y – salvando las diferencias – lo esboza bien Zizek (2008): “Los sucesos más visibles y explosivos [del mayo del 68] fueron la consecuencia de un desequilibro estructural, el paso de una forma de una forma de dominación a otra, […]del discurso del amo al discurso de la universidad“.

Hay pues, en el transcurso del tiempo, una modificación del discurso del amo hacia el discurso universitario: el discurso del amo deja de operar bajo su estructura antigua para situar el saber en la posición dominante. “No crean que el amo está todavía ahí. Lo que permanece es la orden, el imperativo categórico” dirá Lacan ([1969] 1992, 111). Esa orden, esa ley, será la del saber, la nueva constitución de lo que se denominará como “saber del amo”, extraído, cómo dicho, del esclavo. Lacan afirmará que la ciencia asume la transmutación de la función del amo, para llevar a otro tipo de dominación que también estará (cómo lo estaba el discurso del amo en su forma antigua), sin duda, alejada de la verdad y sometida a la yocracia, es decir, al mito de un Yo ideal, del Yo como un significante en el sentido absoluto. Así, lo que hay fundamentalmente en el paso del discurso del amo antiguo hasta el del amo moderno, para Lacan, es una modificación del lugar del saber, donde juega un importante papel el llamado saber científico.

Aún con tal transmutación del lugar del saber hacia la posición dominante, aún con ése nuevo movimiento de la dominación, no está nada cerrado: “la idea de que alguna forma o en algún momento, aunque sea como una esperanza en el futuro, el saber pueda constituir una totalidad cerrada, es algo que no había esperado al psicoanálisis para que pudiera parecer dudoso” (Lacan [1969] 1992, 31). Así pues ¿dónde está el nuevo amo que les recrimina Lacan a los estudiantes? Realmente Lacan no cierra la conversación con el famoso “A lo que ustedes aspiran como revolucionarios es a un amo. Lo tendrán”, a esto, un estudiante exaltado le contestó que ya tenían un amo, al presidente Georges Pompidou, de lo que Lacan se burla: “Ustedes se imaginan que Pompidou es un amo para ustedes. ¿Qué es toda esta historia?”. El nuevo amo para Lacan constituía – en su momento – algo contra lo que realmente también se alzaron los propios estudiantes tanto en el 68 como en las protestas posteriores (de ahí su apoyo a estas): era una nueva dominación de un saber totalizante y jerárquico, de un saber que producía y reproducía tanto la castración como una plusvalía a través de la cual los estudiantes se reducían y igualaban a más o menos unidades de valor. Lacan ya vería algo de bueno en el levantamiento del 68 frente a éste saber cómo dominación estructurado en el discurso universitario, que pocos años más tarde desarrollaría más extensamente en otra forma de dominación, otra modificación al discurso del amo a la que llamaría el discurso capitalista, presentado, como plantea Jorge Alemán (2009, 54), como “un Saber absoluto, un fin de la historia consumado. Como si el carácter inevitablemente contingente del capitalismo en su realidad histórica hubiese podido ser naturalizado y “esencializado” de tal modo que ya no fuese posible concebir su exterior“.

Lo que Lacan, por otro lado, no podía aceptar, era una idea ingenua de liberación, el pensar en algún modo de salir de cualquier relación de poder, el pensar en un consenso liberador y completamente satisfactorio: esa era su principal advertencia. Lacan veía claramente un problema en el movimiento liberador clásico consistente en despojarse de toda dominación para dejar paso a algo cómo un individuo previamente constituido: siempre existirán determinadas formas de dominación, relaciones de poder, nuevas organizaciones, por lo que la clave no está en su impugnación, la clave está en su dinamismo que, al final, se define en su orden, estructurado por sus límites. Éste es el doble filo de la posición antiutopista alumbrada por el psicoanálisis, que no deja de advertir sobre el fantasma del consenso desde todos los frentes: no existe ni la solitud absoluta ni la humanidad como algo total y completo, no existe nada cerrado en sí mismo más que como algo fantasmático. La advertencia frente a un nuevo amo no es un grito al inmovilismo, no es una rendición frente todo aparato social, ya que esto implicaría que tal está completamente cerrado. Precisamente esta misma advertencia, pues, tiene una buena noticia: debajo de diversas etapas de dominación siempre existe algo, existe un límite, un cierto caos que permite que las estructuras de discurso, aunque se presenten como estáticas o totalizantes, guarden una contingencia histórica, un punto de fuga para la deconstrucción que nos da la posibilidad de pensar en nuevas formas de colectividad, en nada más y nada menos que un nuevo orden: encontrarlo y repensarlas es la tarea revolucionaria.

El episodio se puede ver en: https://www.youtube.com/watch?v=giDhL1LOEu4

 

 

FUENTE: https://latrivial.org/lacan-y-el-mayo-del-68-quienes-estaban-buscando-un-nuevo-que/