Renata Salecl: «Los sentimientos de inadecuación y de angustia se han vuelto abrumadores»

 

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Aunque es una filósofa de renombre, con libros traducidos a varios idiomas, Renata Salecl confiesa que le costó mucho elegir su carrera. Se debatía entre estudiar arquitectura o filosofía y, según cuenta, uno de los motivos que definió su decisión tuvo que ver con una cuestión de género: «Como había muy pocas arquitectas mujeres con reconocimiento internacional, tenía miedo de terminar diseñando garages para arquitectos hombres que sí tendrían la posibilidad de diseñar casas». La filosofía, claro, tampoco era un paraíso de la igualdad; pero hoy Salecl celebra que, aunque todavía existen desigualdades de género en ambas disciplinas, de a poco las cosas han ido cambiando. Y, curiosamente, su recorrido intelectual la llevó a enfocarse en los determinantes sociales, políticos e ideológicos que afectan nuestras opciones y nuestra misma capacidad de decidir.

Salecl llega al país como invitada especial de la Feria de Editores, que se realiza el viernes, sábado y domingo próximos en el Konex. Se trata de su segunda visita a Buenos Aires; de la primera, recuerda que le fascinaron nuestras librerías, y comenta también que le alegra mucho enterarse de que tenemos aquí una tradición psicoanalítica tan «apasionada». En Eslovenia, cuenta, hay una fuerte tradición teórica, «filosófico-psicoanalítica», pero poca práctica clínica, aunque alimenta esperanzas de que eso cambie en un futuro cercano. Aquí acaba de publicarse su libro Angustia (Ediciones Godot), en que se toman conceptos de Freud y Lacan para reflexionar sobre las formas del malestar en el capitalismo tardío.

Angustia fue publicado originalmente en 2004. ¿Sigue vigente, casi quince años después?

Me interesa la cuestión de cómo el sujeto es socializado dentro de una ideología particular, y cómo eso afecta sus sentimientos, sus afectos. ¿Cómo impactan, en los sentimientos individuales de angustia, la ideología, el discurso político, el contexto en el que vivimos? En la era neoliberal circula la idea de la elección o de las posibilidades individuales; parece que somos libres, que todo el mundo tiene la posibilidad de hacer de su vida lo que cada uno quiera. Y en este sentido, por desgracia, no mucho ha cambiado desde que escribí el libro. Esta ideología ha contribuido a un aumento de la angustia, así como de otros síntomas que la gente sufre hoy como anorexia, bulimia, adicciones, que están en alza. Aunque la angustia es un afecto humano muy esencial, al que somos propensos, en cierto contexto ideológico este afecto puede dispararse.

Lo que en su libro llama la «nueva era de la angustia».

En la introducción del libro cuento que, cuando se le pregunta a la gente por los motivos de su angustia, las respuestas que se escuchan no son las que uno podría esperar, por ejemplo, el terrorismo, la crisis económica o el calentamiento global. En cambio, escuchamos respuestas como «no soy lo suficientemente bueno», «no sé qué quiero», «se van a dar cuenta de que soy un farsante». Es decir, respuestas muy existenciales y bastante neuróticas, por así decirlo, relacionadas con la subjetividad. Por supuesto, esto también pasaba antes, pero hoy, con esta ideología tan fuerte que busca convencer al individuo de que todo está en sus manos, los sentimientos de culpa, de inadecuación, de angustia, se están volviendo abrumadores.

¿Culpa?

Porque hoy la ideología es eficaz en convencernos de que somos culpables por las decisiones equivocadas. Hoy, por ejemplo, si alguien pierde su trabajo, a menudo se culpará a sí mismo. Los sentimientos de angustia vinculados con esas preguntas se ven acentuados por la fuerza de la ideología, según la cual vos sos responsable de todo en tu vida, desde tu apariencia, tu cuerpo, tus hijos, tu trabajo, tu salud. Esas presiones contribuyen a un incremento de la angustia. Y, por supuesto, la angustia va en aumento también debido a una situación económica muy precaria.

Usted dice sin embargo que una sociedad sin angustia sería un lugar muy peligroso.

Hoy vemos un aumento de líderes autoritarios que no parecen mostrar angustia ni ansiedades. En un líder, en alguien que carga una enorme responsabilidad por su nación o, en general, por otras personas, son deseables ciertos elementos de angustia, preguntas del tipo «¿estoy haciendo lo correcto?». Lamentablemente, esos elementos de duda faltan cada vez más; si observamos cómo operan los «hombres fuertes», desde Putin en Rusia hasta Trump en Estados Unidos, vemos una ausencia de dudas que es muy peligrosa. Si bien, para quienes estén muy angustiados, puede significar un alivio temporal identificarse con un líder fuerte que no muestra dudas, esto abre la puerta a diversos tipos de regímenes no democráticos.

Usted habla también otras formas de liderazgo, relacionadas con elcoaching y la autoayuda.

Lo que me parece interesante es la proliferación de este tipo de negocios. Por supuesto, la respuesta aquí es que algo ha cambiado en el funcionamiento mismo de la sociedad. Las viejas autoridades han perdido su poder, lo cual no es necesariamente malo; en cierto sentido es maravilloso, es algo por lo que el feminismo ha estado luchando. Con todo, lo que vemos es que cada vez más gente se pregunta si identificarse con una cierta autoridad puede ayudarlos a lidiar con sus dudas, angustias, sentimientos de inadecuación y de culpa. En ese sentido, no sorprende que haya un aumento de formas de coaching y de todo tipo de consejos y de apps.

Formarían parte de esa ideología según la cual todo es posible con trabajo duro.

En la figura del coach podemos ver que la gente está buscando una orientación, sobre todo cuando están angustiados o no pueden elegir fácilmente, y esperan que alguien les diga cómo lidiar con algunas cuestiones vitales. Por supuesto, el psicoanálisis está muy en contra de esto; un psicoanalista no te va a guiar, no va a querer ser el amo. La ilusión hoy es que cualquiera puede lograrlo si solo toma las decisiones correctas y trabaja duro; sin embargo, en cierto sentido, toda decisión está relacionada con una pérdida, y es bastante común que no queramos admitir que, si elegimos un camino, perdemos la posibilidad de elegir otra dirección.

¿El incremento de la angustia se vincula también con una dificultad para enfrentar experiencias de pérdida?

El utilitarismo enseña que las personas quieren maximizar su bienestar y minimizar su dolor. El psicoanálisis nos dice, en cambio, que no sabemos qué queremos; nos muestra que no siempre la gente quiere maximizar su bienestar sino que, por el contrario, muchas veces se encuentra un cierto goce en el dolor, y que muchas veces, cuando conseguimos lo que queremos, podemos ser bastante infelices con eso.

Usted recurre a conceptos de Lacan, como el del gran Otro, para pensar los cambios en la sociedad actual. ¿Por qué?

El concepto lacaniano del gran Otro remite a la estructura social en la que vivimos, es decir, las instituciones, los códigos escritos y no escritos de la sociedad, y sobre todo el lenguaje. Todo el contexto social en el que nacemos, eso es el gran Otro. Y algo ha cambiado en la organización de este gran Otro. Antes, las bases de la autoridad aparecían de forma mucho más clara, mientras que ahora, con ciertos cambios estructurales de la sociedad posindustrial y neoliberal, estamos asistiendo a una transformación.

¿Puede dar un ejemplo?

En el ámbito de la ciencia estamos lidiando con grandes problemas vinculados con nuestro bienestar, como el cambio climático o la alimentación sana, y no parece haber ya ninguna autoridad que pueda darnos una respuesta. Incluso cuando existen esas autoridades, porque hay en la ciencia enormes acuerdos y advertencias acerca de los peligros del calentamiento global, el poder de esas autoridades se ha visto socavado por el sector empresarial, que utiliza estrategias de marketing para sembrar dudas. Para el individuo es muy difícil identificarse con cualquier posición o tener certezas acerca de qué puede ser verdad y qué no. Como los lugares del poder están ocultos, el sujeto se siente cada vez más inseguro, y la duda está en auge, incluso frente a científicos y otras personas que parecen hablar desde una posición de conocimiento.

¿Tiene que ver con el tema de la posverdad?

Sí, y es importante, porque en cierto sentido hoy parece que uno puede acceder a cualquier información que desee, pero por supuesto eso no es verdad. Desgraciadamente, se está volviendo muy difícil discernir de dónde proviene la información; hasta en los diarios a veces puede ser muy difícil distinguir qué es publicidad paga y qué es un producto periodístico independiente. Las fronteras entre noticias y marketing se están volviendo borrosas, y todo ello resulta sumamente desconcertante.

¿Cuál sería el papel de las nuevas tecnologías en esto?

Bueno, los algoritmos están creando un tipo particular de jerarquía oculta de la información que nos llega. Además, la manera en que nuestros datos son recolectados es muy poco clara, y las estructuras de poder son cada vez más opacas. Aunque se nos pide que aceptemos entregar nuestros datos, esto es una elección forzada, no una decisión real. Si uno no acepta, no obtiene la información que busca: las opciones son entregar todos tus datos o no tener acceso. Y estamos hablando solo de la punta del iceberg, de cómo nuestros datos están siendo recolectados, usados para vigilancia, para marketing, para manipulación política. Así, no es extraño que la gente sienta más y más incertidumbre, y que bastante a menudo prefiera cerrar los ojos.

En su charla TED usted dice que la ignorancia y la negación van en aumento.

Quizá esta ignorancia no sea tan sorprendente. En el confuso espacio en el que vivimos, una persona puede encontrar, en la ignorancia, un dispositivo protector. Cuando alguien se ve bombardeado constantemente con información, cerrar los ojos puede ser un mecanismo de autoprotección, una manera de desconectarse de esa presión agobiante que siente que le llega desde el mundo. De esta forma de ignorancia trata mi próximo libro, que estoy terminando.

 

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/2158729-los-sentimientos-de-inadecuacion-y-de-angustia-se-han-vuelto-abrumadores

Encuentro y desencuentro

Ante la angustia de la pérdida, el análisis revela un resultado paradójico, su carácter constitutivo. La desaparición de la experiencia pone en cuestión los diagnósticos tradicionales. La obsesión no es la duda blanda de la conveniencia.

Por Luciano Lutereau *

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La ilusión capitalista es la de que existe el individuo que ofrece libremente su fuerza de trabajo en el mercado. El correlato de esta ilusión en el amor es la creencia de que dos personas pueden encontrarse y no estar atravesadas por una historia, duelos pendientes, el presente transversal de lo que no ocurrió con otras personas, el encuentro que siempre supone desencuentro. Es fácil no ser capitalista en lo ideológico, no tanto en el amor.

De una época a otra. Para el obsesivo, una especie del pasado, el conflicto central de su neurosis era cómo autorizar un deseo a partir de la confrontación con la ley de un padre terrible. Para el varón de nuestro tiempo, el conflicto es cómo soportar el amor por un padre que no es ejemplo de nada, humillado y rescatado por el amor del hijo. Es una diferencia clínica, pero también generacional, basada en transformaciones socio‑históricas que precarizaron el lugar del varón en el mundo del trabajo.

«Hacer‑algo‑para» es una estructura que «sirve» para evitar un conflicto. El refugio en la utilidad, como una forma de evitar la pérdida, sacarle a todo algún provecho, es la moral contemporánea que aniquiló a las neurosis, con sus propias armas, la del obsesivo: la degradación del deseo a la demanda, no para que el deseo reprimido retorne, con la fuerza del síntoma, sino para que sea deseo de demanda. Ya van quedando pocos neuróticos, ganan los cálculos de conveniencia.

Hay una forma, claramente posmoderna, de resolver la angustia de ante la pérdida, decir cosas como «bueno, algún día se iba a terminar», «eso ya estaba perdido de antemano», etc. Son formas habituales de la obsesión, con las cuales el neurótico rechaza el síntoma y, por lo tanto, adopta (se adapta) a una posición conformista. En lugar de atravesar la pérdida y perder la pérdida, que es el movimiento del análisis, prefiere el consuelo de la resignación. ¡Qué problema cuando es el analista quien usa ese espíritu posmo para intervenir y dice cosas como que «todo no se puede», «siempre algo se pierde» u otras fórmulas de manual, todas igualmente insoportables, igualmente leves. Ante la angustia de la pérdida, el análisis revela un resultado paradójico, su carácter constitutivo, como dice la canción de Rosario Bléfari: «Lo que se pierde en una tarde, lo que se gana de una vez». El psicoanálisis que me interesa tiene menos tango y más canciones.

La desaparición de la experiencia pone en cuestión los diagnósticos tradicionales. Freud pensó sus categorías en un mundo en el que todavía pasaban cosas, en el que se vivía y, por ejemplo, un neurótico se iba tres meses a unas termas a ver qué pasaba. Hoy en día perdimos el sentido de la transición, del pasaje, la salud de pasar de una cosa a otra. Un niño deja de hacer algo porque no le sale, y eso no habla de su intolerancia a la frustración, sino de que no disfruta de explorar, de ver qué ocurre después. Es el mismo aburrimiento que agobia a la mujer casada que empieza una historia con un compañero de trabajo. «¡Conflicto!», podría pensar el desprevenido y diagnosticar duda obsesiva entre el marido y el amante. Ni siquiera. Es simple: la única manera de sostener ese trabajo es erotizando la escena, con un deseo que despierte un poco. El deseo no como causa, sino como recurso onanista. El típico «pajerismo» de las oficinas. Esta erotización de la vida cotidiana es una defensa desesperada contra el aburrimiento, cuando ya no hay mejor que vivir.

Hace poco conversaba con un amigo que me contaba de su duda entre dos mujeres. Una le gustaba mucho, la otra también; sólo un ligero aspecto de la primera no terminaba de convencerlo. Piensa, además, que la segunda también tiene un rasgo que no lo convence del todo, pero es algo propio de las mujeres. «Es que soy muy obse«, dice y yo pienso que si en lugar de mujeres hubiéramos estado hablando de la oferta de Coto en lácteos (ni siquiera en vinos) ese fin de semana o de cómo votan los argentinos, hubiera sido lo mismo. La obsesión es un síntoma fuerte, no es la duda blanda de la conveniencia. Neurótico no es quien elige el mal menor, la opción en la que picás como un pececito el anzuelo que te hicieron creer era dorado. A mi amigo, se lo dije, le faltan agallas para neurotizarse; aunque el neurótico sea cobarde, al menos es digno, no se baja el precio ante el conflicto, como sí hace el narcisista, cobarde y ventajero. Y después de esta declaración pedimos nuestra segunda cerveza artesanal en el happy hour.

* Psicoanalista, Doctor en Filosofía y Doctor en Psicología por la UBA. Coordina la Licenciatura en Filosofía de UCES. Autor de Ya no hay hombres. Ensayos sobre la destitución masculina(Galerna, 2016), Edipo y violencia. Por qué los hombres odian a las mujeres (Letras del Sur, 2017) y El goce de la mirada (Nube Negra, 2018).

 

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/94292-encuentro-y-desencuentro

La mitad de los presos tiene un trastorno mental

Salut y Justícia acuerdan un crecimiento del 53% en servicios y personal para mejorar la atención y evitar recaídas al salir de prisión

El 54,3% de las personas que entran en alguna prisión catalana tiene un trastorno mental. Cinco veces más que las de la calle. Y la mayoría consume todo tipo de tóxicos que en buena parte de los casos han contribuido a desencadenar la enfermedad. Y ambas circunstancias tienen a menudo una clara correlación con su actividad delictiva.

Esta aplastante realidad ha llevado a los departamentos de Justícia y de Salut a acordar un salto cualitativo: un 53% más de presupuesto para salud mental en prisiones; un 60% más de personal para ofrecer no sólo diagnóstico y medicación, sino también terapias, talleres y seguimiento el día que salgan; y un 63% más de camas para quienes necesiten ingreso.

El objetivo es hacerse cargo de esa realidad, porque son ciudadanos con una enfermedad y porque han cometido algún delito, a veces terrible, y el adecuado tratamiento podría evitar recaídas y quizá reincidencias.

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Esquizofrenia con coca

Entre los hombres abundan los trastornos psicóticos. La esquizofrenia es el más frecuente, hasta en el 27% de las personas que están en prisión. Entre las mujeres destacan, en cambio, los trastornos límites de la personalidad (TLP), hasta el 30%, y patologías marcadas por la impulsividad y las autolesiones. Y la droga siempre presente en más de la mitad de la población penitenciaria adulta y juvenil. Opiáceos, cannabis, coca. A lo que se añaden dificultades intelectuales: una buena parte de la población con cociente intelectual por debajo de la media. “Tenemos pacientes muy complejos”, resume Álvaro Muro, responsable del hospital psiquiátrico de Brians 1.

Su hospital, que empezó a funcionar en el 2000 gracias a un convenio con la orden de Sant
Joan de Déu, de larga experiencia psiquiátrica en Sant Boi, “es como cualquier unidad psiquiátrica de hospital”, asegura Muro. Muestra habitaciones desnudas, absolutamente, para evitar cualquier riesgo. Espacios supercontrolados donde se da medicación o donde se puede deambular –más que pasear– disfrutando de aire libre. “Son los únicos que están en pijama”, indica el psiquiatra. En estos espacios de vigilancia intensa pasan unos días quienes están en plena crisis o quienes han hecho algo tremendo y los jueces han pedido una valoración de especialistas. “En el resto de habitaciones se vive como en cualquier hospital psiquiátrico, el pijama sólo para dormir, y con un plan de terapia y actividades para todo el día”.

Atención en la ‘vida corriente’

Cuando estabilizan al paciente y ya puede ir a seguir su pena en el módulo de la prisión, la cosa cambia. La mayoría de prisiones ofrece en esa etapa los servicios de un psiquiatra, pero las terapias y las ayudas para mantenerse sin droga y la vigilancia del estado general para detectar precozmente un brote no están previstas. Salvo en un módulo especial de Brians 1 donde llevan un tiempo ensayando cómo se puede atender a estas personas presas y especialmente vulnerables. “La vida en el módulo es distinta que en la unidad de hospitalización. Hay celdas, recuento, hay que hacerse la cama, hay un tiempo para el patio, otro para trabajar”, explica la funcionaria responsable del módulo vulnerable, Sagrari. Los presos se protegen del sol en los rincones del patio pintado para hacer deporte. Salvo uno que aguanta impertérrito en medio de la cancha tumbado en el suelo con la espalda y las piernas desnudas. El equipo de salud mental se propone que en el módulo especial se acostumbren a ser autónomos. Normalizar.

Se va a brotar

“Tienen asignado a un educador y a un funcionario que le habla cada día, porque eso te permite detectar el inicio de una descompensación. Son pequeñas intervenciones diarias que hemos ido aprendiendo. Un día te extraña que no quiera saludar, o le ves de repente con auriculares. Lo comentas con el equipo de psiquiatría y lo ven claro: está oyendo voces, se va a brotar. El método funciona. Evitamos muchos riesgos de incidentes que en la cárcel son graves”, explica la funcionaria coordinadora de este módulo modelo. Uno de los objetivos de esta ofensiva de Justícia y Salut es extender este esquema de trabajo en todos los centros penitenciarios y también en los de menores con medidas judiciales. “Que haya psicólogos, enfermeros, terapia ocupacional en todos ellos”, explican en Justícia.

Droga barata

Entra droga, claro, y es barata, unos 20 euros el gramo. Se intenta evitar, pero la gente recibe visitas. Tienen programa de metadona, de intercambio de jeringuillas, todo lo pensado para reducir riesgos. “El mono es tremendo”, reconoce Juan Carlos Navarro, director de Brians 1 y psicólogo. Ahora que su centro recibe a los preventivos por el cierre de la Modelo (unos 900), los tratamientos se plantean con objetivos cortos. “Pretendemos que el tiempo que estén aquí sea útil”

Que la gente no se pierda

Para algunos llega el día de pasar a un régimen abierto. Más o menos cerca de casa. El día fuera, la noche en el centro. Los servicios sanitarios, los de cualquier ciudadano. Pero ellos y ellas no lo son: conviven con una enfermedad que puede rebrotar con la simple ayuda de un ‘porrito’. “Por eso nos planteamos que hacía falta establecer una buena red de seguimiento con los servicios civiles”, explica Álvaro Muro. El nuevo plan incorporará nueve gestores de caso, enfermeros que enlazarán el preso en régimen abierto con la asistencia mental y con la de drogas, que en la calle van a menudo por separado. “Que la gente no se pierda”, resume Muro con cierto orgullo de ofrecer en muchas ocasiones mejor servicio que lo que hay fuera. Se supone que ese esfuerzo de seguimiento, además de no echar a perder el esfuerzo terapéutico y social de dentro también servirá para reducir la reincidencia, “aunque los estudios sobre el tema son contradictorios”, apunta. “Atrás, por favor”, indica un funcionario en el pasillo. Cruza en ese momento un detenido por matar a tres personas sin aparente motivo.

 

Fuente: http://www.lavanguardia.com/vida/20170730/43207826123/presos-trastorno-mental-salut-incremento-servicios.html

«En la urgencia la vida cambia de golpe y llega a perder el sentido»

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Ricardo Seldes dictó en la Facultad de Psicología una capacitación para atender urgencias subjetivas. “Vivimos en crisis”, sostuvo.

“Son los tiempos de lo efímero, lo veloz, lo urgente. Vivimos en crisis. Lo que aún no queda claro es si la urgencia es el síntoma de una época o si la época toda es un síntoma. Pero lo cierto es que la vida en crisis es un paradigma que se está armando”, dice el psicoanalista Ricardo Seldes. Sus palabras sacuden como una bofetada, pero la sacudida ayuda a pensar, en estos tiempos en que -también resalta- la urgencia compele a actuar “y se clausura el pensar”.

Seldes dictó en la Facultad de Psicología de la UNT un curso sobre abordaje de las urgencias subjetivas, “esas situaciones en las que de repente el sistema en el que los sujetos funcionan en el mundo deja de funcionar”. Y en esos momentos, explota la angustia o ataca el pánico (cosas que, cabe acotar, no son lo mismo; ver “Diferencias importantes”). Del dictado del curso, organizado por la Secretaría de Extensión Universitaria, participó también el tucumano Rafael Krasnogor.

En el principio, el hospital

“En las urgencias, algo en la vida se modifica profundamente, produciéndole al sujeto un sufrimiento intolerable. Ofrecerle una asistencia inmediata le da la posibilidad de captar, con las variables que trae, aquello que lo ha sumido en la desesperación, lo ha dejado perplejo, agobiado e incluso descorazonado. Y el psicoanálisis puede hacerlo”, asegura, y cuenta que en su vida este tipo de abordaje nació en el Hospital de Lanús.

“A finales de los 80 los efectos de la dictadura eran complicados. Ni psicólogos ni psiquiatras querían ocuparse de las urgencias, y estas eran muchas. De a poco armamos un equipo de trabajo diurno, sin guardias, para tratar de inmediato, en forma breve y en equipo, las situaciones de crisis”, recuerda. E ironiza: “había que intentarlo; mal no podía hacer: el psicoanálisis no tiene contraindicaciones”. Enfatiza que la experiencia de hacer psicoanálisis en el hospital -“la trinchera”, lo llama- fue una increíble escuela. “La desesperación empuja a hacer… y la gente desesperada recurre al hospital. Allí están los pacientes más difíciles, y por eso mismo, la práctica hospitalaria debería ser el pivote esencial de la formación del psicólogo”, advierte.

Asegura que el mejor modelo para pensar las emergencias es el de la psicosis: “comparten la falla, la irrupción de un fenómeno, que se produce en el pensamiento o en el cuerpo, que carece de sentido para el sujeto”, describe. “Cuando el sujeto viene al hospital por la urgencia, como en el delirio, quiere entender qué le pasa; hay una búsqueda de sentido. Por eso la escucha puede operar, porque permite desplegar lo que no pudo ser dicho”, explica. Pero -señala Seldes- no para “reinstaurar” el orden: no se trata de volver al punto anterior, sino de poder encontrarse con lo nuevo que surge, aunque ello implique un paso por la historia de vida.

De urgencia a emergencia

Aunque la clave sea la palabra, no se niega a las respuestas medicamentosas. “A veces la angustia es tan invasiva que el pacientes se queda sin poder decir. Lo ideal es trabajar en buenas relaciones con el equipo de psiquiatras”, destaca.

“En la urgencia la vida cambia de golpe y pierde sentido. Abruptamente, se clausura el pensamiento -insiste-; el sujeto se siente empujado a actuar y sus acciones en muchos casos lo ponen en riesgo”.

La salida, entonces, es provocar una emergencia subjetiva, cosa que se consigue con la escucha. “El padecimiento del sujeto que sufre la urgencia es masivo y sin sentido. Aunque no puede sostener una demanda, poner en palabras su angustia amorfa le permite trasladar de alguna manera su sufrimiento a otro y organizarlo de a poco en segmentos que, al ser dichos, van cobrando sentido. Este paso de la urgencia a la emergencia abre las puertas a que aparezca lo silenciado… Si una demanda puede articularse luego de eso, habrá lugar para una nueva decisión”.

diferencias importantes
Los desbordes de angustia y los ataques de pánico son justamente lo opuesto
“Las urgencias subjetivas pueden tomar diferentes formas, y dos de las más frecuentes son, también con frecuencia, confundidas entre sí: los desbordes de angustia y los ataques de pánico”, señala Rafael Krasnogor, responsable académico del curso. Y explica: “en la angustia lo que aparece es el miedo a la muerte como consecuencia de un otro (imaginario) amenazante; en el ataque de pánico, en cambio, lo que da miedo es la vida, a hacer la vida con otros, a jugarse… En el ataque de pánico el sujeto queda confrontado al temor de perder, por eso es que no arriesga. Hoy sabemos en general cómo administrar las ganancias, sobre todo si son de otros; pero administrar las pérdidas es algo intolerable”.

Diferencias importantes

Los desbordes de angustia y los ataques de pánico son justamente lo opuesto

“Las urgencias subjetivas pueden tomar diferentes formas, y dos de las más frecuentes son, también con frecuencia, confundidas entre sí: los desbordes de angustia y los ataques de pánico”, señala Rafael Krasnogor, responsable académico del curso. Y explica: “en la angustia lo que aparece es el miedo a la muerte como consecuencia de un otro (imaginario) amenazante; en el ataque de pánico, en cambio, lo que da miedo es la vida, a hacer la vida con otros, a jugarse… En el ataque de pánico el sujeto queda confrontado al temor de perder, por eso es que no arriesga. Hoy sabemos en general cómo administrar las ganancias, sobre todo si son de otros; pero administrar las pérdidas es algo intolerable”.

Fuente: http://www.lagaceta.com.ar/nota/725568/actualidad/urgencia-vida-cambia-golpe-llega-perder-sentido.html

¿Por qué la angustia no tiene sentido pero sí causa?

ARACELI FUENTES, Barcelona

26/01/2017 00:05 | Actualizado a 27/01/2017 01:36

La angustia es el más penoso e insoportable de todos los afectos y cuando la encontramos en las consultas clínicas está ya en un estado desarrollado. Constatamos también las diferencias entre las personas a la hora de poder soportar un mayor o menor grado de angustia. A veces puede petrificarnos y otras empujarnos a un pasaje al acto, incluso al pasaje al acto suicida.

Para los psicoanalistas la angustia es esencial en la experiencia clínicaporque es la vía por la que un sujeto puede aprehender algo sobre su ser de goce, es decir sobre su manera de gozar en la vida. Tanto de aquello que le hace sufrir, y de lo que él goza sin saberlo, como sobre su deseo inconsciente. Sin la angustia, no sabríamos nada sobre el deseo ni sobre el goce.

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Para abordarla, el psicoanálisis no propone ningún tipo de heroísmo, se trata más bien de ‘desangustiar’ al angustiado, que no hay que confundir con desculpabilizarlo porque la culpa tiene un motivo inconsciente que hay que averiguar y sirve de poco persuadir a alguien, que se siente culpable, de su inocencia.

Una certeza paradójicaLa angustia no se deja dominar ni por el Ideal ni por el pensamiento, tampoco por la orden, ya que algo de la angustia no puede ser absorbida por el discurso

Tampoco apelamos al Ideal, diciéndole al sujeto que debe superar ese estado y hacerse fuerte porque eso es totalmente ineficaz. La angustia no se deja dominar ni por el Ideal ni por el pensamiento, tampoco por la orden, ya que algo de la angustia no puede ser absorbida por el discurso.

Es como si la angustia se basase en una certeza paradójica ya que cuando le preguntamos al sujeto por sus causas no puede referirla a ningún hecho concreto ni a ninguna significación. No obstante, él sufre y algo de esa certeza se le presenta como un valor absoluto. Hay personas que, por ejemplo, tienen la certeza de ser excluidos por el otro, no tienen dudas al respecto, sólo que esta certeza es diferente de la de la angustia porque la certeza de la angustia no está relacionada con ninguna significación sino con algo que está por fuera de cualquier discurso y por ello la angustia se les impone como un afecto en el cuerpo.

Para el psicoanálisis,no se trata entonces de buscar el sentido de la angustia, que no lo tiene, sino de buscar su causa. La angustia en tanto que señal está dirigida al sujeto, señal de lo real que le advierte de algo que puede ser un peligro. La certeza y la espera de un peligro son en la angustia una y la misma cosa.

El tratamientoPara el psicoanálisis, en cambio, la angustia es siempre la de un sujeto que habla y es a través de sus palabras como podremos cernir su causa

Nuestro abordaje de la angustia es así distinto del de la psicología o de la medicina. Para estas disciplinas es sólo un afecto negativo a eliminar. Para el psicoanálisis, en cambio, la angustia es siempre la de un sujeto que habla y es a través de sus palabras como podremos cernir su causa. La tratamos a través del síntoma al que la angustia da paso. El síntoma sí le permite al sujeto extraer de esa certeza dolorosa un saber sobre lo que le concierne, pues en este asunto el peso recae sobre el sujeto, no sobre el Otro.

Hacer un buen uso de la angustia implica tomarla como la vía que permitirá al sujeto lograr una certeza sobre su manera de gozar y estar en la vida. Dicha certeza no podrá encontrarla solamente por medio de las palabras, será necesario también pagar una cuota de angustia. Sólo en la medida en que ese modo de gozar ha podido ser cernido, la angustia podrá ser levantada.

Ayudar a un sujeto a separarse de su angustia no lo libra de encontrarse con su síntoma, sino al contrario, es abordando y explorando ese síntoma como podrá conseguir separarse de su angustia. Es por ello que no hay soluciones milagrosas y rápidas –que sólo desplazan la angustia a otro síntoma- sino la oportunidad de una experiencia que permita al sujeto saber algo más de su funcionamiento y elegir si quiere o no ese modo de satisfacción.

Fuente: http://www.lavanguardia.com/vida/20170126/413686201444/angustia-el-divan-afliccion-psciologia-psicoanalisis.html

La angustia es entre todos los afectos el más difícil de soportar

¿Por qué la angustia es lo más difícil de soportar?La angustia es entre todos los afectos el más difícil de soportar. Quien no se ha angustiado no sabe hasta dónde puede llegar el sufrimiento. En el lenguaje psiquiátrico actual se califica a la angustia de ataque de pánico, panic attack, confundiéndola con el miedo. Pero el miedo no es la angustia, el miedo se dirige a un objeto de la realidad: el sujeto puede saber a qué le tiene miedo, mientras que desconoce por completo el objeto de su angustia.

Este desconocimiento es estructural, es decir, que no hay conocimiento posible del objeto que angustia porque no se trata de un objeto común de la realidad que podamos nombrar o imaginar. La realidad para cada uno de nosotros tiene un carácter subjetivo: cada cual ve la realidad según el cristal con el que la mira, pero ese cristal funciona como un velo que nos mantiene al resguardo de otra dimensión que está excluida de la representación.

La angustia es la señal de que el velo de la realidad se ha rasgado y esa otra dimensión ha irrumpido siendo nuestro cuerpo el primer afectado. Esa otra dimensión también está presente en cualquiera de los síntomas que nos producen malestar. En ambos casos se pone en juego lo más singular de cada sujeto y su tratamiento debe ser también singular. Para entender en qué consiste la singularidad del tratamiento diremos que se trata de escuchar las palabras de cada sujeto, el modo en que se refiere a lo que le pasa.

Factores importantesLa precariedad y la incertidumbre actuales que aparecen en todos los niveles y en las relaciones favorecen el surgimiento de la angustia

Hay circunstancias que favorecen la emergencia de la angustia, así la precariedad y la incertidumbre actuales que aparecen en todos los niveles de la vida y en todas las relaciones, son coyunturas que favorecen el surgimiento de la angustia. El hombre actual percibe la falta de garantías: nada está garantizado, todo es incierto y la incertidumbre genera angustia. Hay una relación directamente proporcional entre la incertidumbre, el no saber lo que va a pasar, y la angustia.

Pero no todas las angustias son iguales. Cuando se trata del deseo, lo que produce angustia es no saber que desea el Otro. ¿Qué quiere el Otro de mí más allá de lo que me dice o de lo que me pide? La pregunta por el deseo del Otro me concierne como objeto de ese deseo. ¿Qué objeto soy para él? ¿Qué lugar ocupo en su deseo?

Más allá de la voluntadEl deseo no es el móvil que queremos o la comida que apetece, se nos presenta siempre como deseo del Otro porque no sabemos lo que deseamos

El sujeto neurótico trata de defenderse de la angustia que le produce ese enigma de una manera particular: lo transforma en una demanda, haciendo que el otro le pida algo. De esta manera “traducimos” ese interrogante en algo a lo que creemos poder responder.

Hay que pensar que el deseo es inconsciente y no se confunde con el querer o con la voluntad. El deseo no es el móvil que queremos comprar o la comida que nos apetece, se nos presenta siempre como deseo del Otro porque no sabemos lo que deseamos, aunque algo de nuestro deseo se pueda vislumbrar en nuestros sueños, en nuestros olvidos y actos fallidos. En definitiva, en lo que hacemos o decimos sin querer. Cuando llamamos a otra persona con otro nombre u olvidamos una cita algo del deseo inconsciente aparece en ese acto fallido.

Una pulsión sin freno

Pero hay otras angustias referidas a la inminencia del goce que afectan a nuestro cuerpo. Aquí se hace patente la afirmación de Jacques Lacan al decir que “tenemos miedo de nuestro cuerpo porque goza”.

Cuando prestamos demasiada atención a los signos de goce que provienen del cuerpo propio nos angustiamos. Es lo que les ocurre, por ejemplo, a esas personas hipocondríacas que no pueden dejar de pensar que ese malestar que sienten es el signo inequívoco de una enfermedad.

Para Lacan, detrás de la angustia, está la pulsión que, como una voluntad de goce, quiere satisfacerse sin que pueda ser frenada ni por el placer ni por la homeostasis. Como si algo en el sujeto le empujase a no dejar de pensar en esa posible enfermedad, siendo el propio pensamiento una manera, extraña pero persistente, del cuerpo para satisfacerse.

Tomado de http://www.lavanguardia.com/vida/20161215/412570035540/el-divan-angustia-miedo-psicologia.html

Ana Simonetti: «El mercado tiene la habilidad de prever cualquier deseo»

 

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El Centro de Investigación y Docencia de Salta, que forma parte del Instituto Oscar Massota II, viene realizando una serie de conferencias y jornadas de capacitación con los especialistas más renombrados del campo del psiconálisis de corte lacaniano. En ese marco, hace algunas semanas pasó por Salta la cordobesa Ana Simonetti, referente ineludible en lo que a dicha escuela refiere.
Simonetti brindó un curso de CAPACITACIÓN en el Centro de Investigación y Docencia, del que participó una treintena de profesionales y afines del área. Luego de ello le concedió una entrevista a El Tribuno, en la que se abordaron algunas consideraciones generales al respecto de conceptos clave de la obra de Lacan y su aplicación en la realidad actual, desafío permanente de las grandes teorías sociales que jalonaron el siglo XX.
«Lacan nos enseñó que la angustia es el único afecto que no engaña y eso, para el psicoanalista, es un índice real a atender en un tratamiento», asegura la especialista. Vincula las nociones teóricas con los cuerpos, y también aborda la responsabilidad de los medios de comunicación y otras instituciones en la CONSTRUCCIÓN de imaginarios sociales al respecto.

¿Qué es el cuerpo hoy en día? En referencia a muchos niveles, desde fuerza de trabajo hasta objeto de deseo, pasando por procesos de cosificación y como figura de distinción social…
El cuerpo para el psicoanálisis es radicalmente opuesto al organismo. El cuerpo de cada uno se hace por el lenguaje, por la palabra del otro que le habla o no al naciente.
De pequeño, el humano dice «tener un cuerpo». Es decir, el cuerpo es una posesión que se inicia en el «estadío del espejo» como llamó Lacan al momento en que el bebé se ve reflejado, el otro le habla y él se reconoce: ese soy yo, en un segundo momento. De entrada el del espejo es otro, lo que constituye la raíz de importantes patologías si no se produce el segundo momento. Esa imagen, así como las palabras y el afecto de los otros primordiales y también sus respuestas a ese impacto, producen marcas singulares para cada persona, constituyendo acontecimiento de cuerpo.
Esas marcas configurarán cómo cada hablante preste su cuerpo para ser objeto de cuidado, de castigo, de exhibición, de distinción, tal como usted lo menciona. El hoy de su pregunta es muy importante, «el cuerpo es un nuevo dios» al decir de Eric Laurent, psicoanalista francés de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, que tiene numerosos trabajos sobre el tema.

¿Cómo las angustias contemporáneas se manifiestan en el cuerpo? Consumos problemáticos y obesidad, entre otras expresiones…
Lacan nos enseñó que la angustia es el único afecto que no engaña. Y eso para el psicoanalista es un índice real a atender en un tratamiento.
Hoy nos encontramos con una angustia omnipresente que los seres hablantes la taponamos con los objetos de consumo. El mercado tiene la habilidad de anticiparse a cualquier deseo. Referido al cuerpo, responder a lo que es tener un hijo, por ejemplo, se hace sin saber si se lo desea: se congelan los óvulos, los embriones, etc. Hay mujeres que van al psicoanalista porque a pesar de esos tratamientos avanzados para la concepción, ésta no se produce. Cada mujer, de algún modo, sabe que en el impedimento influye también «su parte». A veces un tratamiento psicoanalítico encuentra a una mujer con el no deseo de hijo.

¿La expresión que cada cuerpo tiene queda anulada por el afán de uniformación de los cuerpos que imponen los regímenes de belleza física? ¿Qué actores sociales imponen esos regímenes?
La CIENCIA, con sus invenciones, y la tecnología a su servicio arrasaron con lo que en el siglo pasado eran los ideales de familia, de progreso, de profesiones, al producir a gran velocidad objetos diversos que exaltan el goce por sobre ideales o deseos.

Los estereotipos de belleza existen hace mucho tiempo, ¿por qué se exacerba el culto a esa estética en nuestros días?
Los medios de comunicación forman parte del mercado, películas de distintas épocas reflejan cómo se constituyeron en un cuarto poder en la civilización. A mi gusto, los medios, entre otras razones, quieren estar a la altura de esa velocidad de cambios, reflejarla, pero al mismo tiempo van dejando atrás su capacidad crítica, que los ciudadanos esperamos sea más independiente.

Además de los medios masivos, ¿qué otros actores sociales aportan a la construcción de esos estándares de belleza, bondad, salud, etc.?
Las instituciones tradicionales que contribuyen a la formación de los individuos, cada una con sus fines, ellas mismas han perdido autoridad y ellas mismas se extravían en los tiempos que corren. Van atrás de los cambios sin saber cuáles son sus sentidos. Por supuesto que no todas.
Hay corrientes que van más atentas a las necesidades reales de las sociedades. Los gobiernos otro tanto, con el poder que les confiere haber sido elegidos, pero vemos que es un asunto global la pérdida de crédito que tienen. Pasan al costado de los modos de goce, del sufrimiento o exaltación de los cuerpos, sin advertir que hay formas más humanas que la vigilancia, el control biológico. En fin, formas que consideren la singularidad, y el respeto por las diferencias.
El psicoanálisis, no solo como experiencia individual que permite a los hablantes reconocer su deseo y asumirlo, aporta a la civilización su interpretación y su acción que tiende a contribuir a una vida más digna en comunidad.
Fuente: http://www.eltribuno.info/ana-simonetti-el-mercado-tiene-la-habilidad-prever-cualquier-deseo-n773314

Estrategias ante lo real

Por Claudio Di Pinto *

Desde hace muchos años pienso que tanto las estructuras como las diferentes presentaciones clínicas 1 pueden ser consideradas como estrategias ante el desamparo.

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El término “estrategia” es, en su definición general, el arte o el recurso para dirigir un asunto. Un arte o recurso que podemos pensar como individual, singular, que va a interpretar lo real o imaginado con diferentes elementos, y que determina a su vez un modo de actuar. El término “desamparo”, en su también definición general, significa, desvalido, desprotegido; una de las acepciones del término refiere que estar desamparado es también no estar asistido, el diccionario va a decir “desasistido”, lo cual pone en juego una dimensión de soledad y de no presencia de otro que asista. En esta acepción estar desamparado supone tener que arreglárselas solo.

Desde el psicoanálisis, el desamparo, término utilizado por Freud a lo largo de su obra, remite y se pone en juego en cada ocasión en la que el sujeto se encuentra con la ausencia de un Otro consistente, es decir, en aquellas situaciones donde se ve empujado a tomar la palabra en un sentido fuerte del término, y donde no es asistido por ningún otro que le diga qué decir o hacer. En definitiva, en toda situación donde el sujeto se topa con la castración, o bien con lo real, es donde se pone en juego el no estar asistido.

Como también sabemos por nuestra experiencia clínica, y de vida, el encuentro con ese desamparo, con la castración, es inevitable, por lo tanto es también inevitable que todo sujeto tome una posición ante el mismo, que adopte una estrategia como consecuencia de tener que lidiar con el asunto, de tener que lidiar con esa ausencia de un Otro que lo asista.

Esta estrategia va a ser determinante en cuanto a: lo que serán sus síntomas, en cuanto a la posición inconsciente respecto de su sexo, y de cómo va a responder ante el encuentro con la diferencia sexual. Cómo podemos ver esta estrategia remite a lo que plantea Lacan en La significación del falo”2 respecto del Complejo de castración, donde lo define como un nudo donde convergen estos aspectos, y más específicamente los tres mencionados: una identidad sexual, cómo responde el sujeto a los requerimientos del otro sexo y cómo responderá ante las exigencias de la maternidad y la paternidad.

Se trata de la estrategia ante la castración y la construcción de la misma; en definitiva, lo que podemos pensar como constitución subjetiva. Por lo tanto, pensar las estructuras y las diversas presentaciones clínicas como estrategias ante el desamparo implica considerar que se trata de los recursos singulares que utiliza un sujeto para hacer frente a la falta de un Otro consistente, de los recursos para hacer frente a la castración, o bien que ante determinadas situaciones tendrá que arreglárselas solo.

Esta estrategia, efecto de la constitución subjetiva, habita en el sujeto, determina su cotidianeidad, y se pone de manifiesto de manera más evidente en determinados momentos de la vida. ¿Cuáles son esos momentos? Se trata, además de los ya mencionados, de momentos de pasaje, por ejemplo de la niñez a la adolescencia, de la adolescencia a la adultez, el encuentro con el otro sexo, recibirse en alguna profesión, la maternidad, la paternidad o bien situaciones que confrontan al sujeto con una pérdida que puede ser irreparable o no.

Encrucijadas que se presentan en la vida de todo sujeto, actualizan la castración, y lo compelen a tomar la palabra y a fijar una posición. A su vez estas encrucijadas, o bien lo que plantea Lacan respecto del Complejo de castración como nudo, me han llevado a pensar también que más allá de la infinidad de síntomas con que nos podemos encontrar en la clínica, el padecimiento psíquico se manifiesta de manera privilegiada ante tres cuestiones que son: el amor, el sexo y la muerte, ya que es allí donde el sujeto se ve confrontado a lo real. El amor, el sexo y la muerte actualizan la castración, en tanto no hay una respuesta predeterminada que el sujeto pueda dar, y es allí donde se ve compelido a tomar la palabra. De ellas, un sujeto sólo podrá, y no sin consecuencias, tratar de eludir las dos primeras, el amor y el sexo, la tercera, la muerte, es ineludible. Lo que suele llamarse crisis de la mediana edad, o de la adultez, no es más que la confrontación inevitable del sujeto con su propia mortalidad, una de las formas de la castración.

Esta estrategia, o bien la posición ante la castración, le posibilitan a un sujeto transitar por la vida, armar sus vínculos, elegir una profesión, un trabajo, atravesar avatares de diferente condición. Cuando dicha estrategia deja de funcionar, aparece el malestar, la angustia, o bien lo que era “habitual y natural” deja de serlo. Ese suele ser un momento en que se pide una entrevista a un analista.

Sabemos, a partir de escuchar cotidianamente a nuestros pacientes, que el hecho de que una estrategia deje de funcionar y lleve a ese sujeto a una consulta no implica que dicho sujeto esté dispuesto a modificarla. Y sabemos también que si el análisis puede ser pensado como una modificación de la posición ante la castración, o bien de dicha estrategia, esto no es sin confrontarse con dicha castración. No hay posibilidad de tomar otra posición ante la falta, sin previamente confrontarse con ella. Es por eso que el sujeto reclama que la estrategia que dejó de funcionar vuelva a hacerlo.

Este reclamo implícito, esta resistencia, hace del análisis una clínica del obstáculo, ya que el padecimiento psíquico no es provocado por lo que podemos llamar a grandes rasgos “el motivo de consulta”, sino por la posición que un sujeto tiene ante la castración. Y el obstáculo está dado por la dificultad psíquica de modificar dicha posición.

El llamado “motivo de consulta” es el anclaje imaginario de aquello que ha entrado en cuestión o bien que ha vacilado: la posición del sujeto ante la castración, o bien la estrategia que le permitía a ese sujeto transitar sus encuentros con la misma o sus encuentros con lo real.

Por ejemplo: un desengaño amoroso puede llevar a un sujeto a solicitar una consulta, un pedido de análisis, o bien comenzar a tener entrevistas. Pero sabemos como analistas que lo que hace padecer a ese sujeto no es exclusivamente el desengaño amoroso, sino que dicha situación ha hecho vacilar la posición del sujeto ante la castración. Otra forma de plantearlo es que dicho desengaño ha confrontado al sujeto con una diferencia que no puede tramitar psíquicamente, y por lo tanto lo hace padecer. En definitiva, la estrategia que le posibilitaba al sujeto transitar los encuentros con lo real ha dejado de funcionar y por efecto de ello es que se padece psíquicamente, lo que conduce en muchos casos al pedido de consulta. Pedido que conduce a su vez a una paradoja, ya que en la medida en que se despliegue ese tratamiento nos encontramos con el obstáculo inconsciente a modificar aquello que dejó de funcionar, es decir, la estrategia ante la castración.

Los obstáculos con que nos encontramos en la clínica van a ser efecto de la constitución del aparato psíquico. Es la misma constitución la que va a determinar los impasses, las detenciones y por lo tanto los obstáculos clínicos. Por ejemplo, tanto la acción del superyó como la inaccesibilidad narcisista, dos de los obstáculos más importantes que sitúa Freud, van a ser efecto inevitable de la misma constitución psíquica.

Por eso considero de fundamental importancia conceptualizar cómo se constituye el sujeto, que va a tener como punto de partida las marcas que deja su prematuración, las consecuencias que deja y tiene la dependencia del Otro en el origen. Las consecuencias que produce haber sido nombrado por un Otro, siendo a su vez esta la condición para que haya sujeto.

Es desde esa conceptualización que es posible también darle una lógica a nuestras intervenciones en la clínica, ya que las mismas van a ser hechas, lo sepamos o no, en función de cómo pensemos la constitución y funcionamiento del sujeto. También para poder situar en los diferentes momentos constitutivos, diferentes modalidades de tratamiento de la castración, o de la diferencia.

Modalidades que perduran en el aparato psíquico y nos van a permitir darle una lógica a las diferentes presentaciones clínicas o bien a las estructuras.

No será lo mismo en las neurosis de transferencia donde el síntoma va a ser una formación del inconsciente y es por lo tanto interpretable, que en aquellas presentaciones clínicas donde el cuerpo aparece como destino privilegiado de la pulsión y no es por lo tanto interpretable. En el primer caso opera la lógica de la represión, y el síntoma tiene un carácter metafórico donde se produce el retorno de lo reprimido, mientras que en el segundo opera el rechazo y lo que retorna lo hace desde lo real, por ejemplo en el cuerpo. Esto va a implicar diferentes maniobras del analista.

Maniobras que solo pueden ser pensadas a partir de cómo se conceptualiza el aparato psíquico y su funcionamiento, lo que plantea a su vez una relación de solidaridad entre cómo pensamos la constitución del sujeto y las intervenciones en la clínica. Va a ser la concepción que tengamos del inconsciente, de la pulsión, de la transferencia y de todos aquellos conceptos fundamentales lo que va a determinar nuestro modo de intervenir y también hacia donde conducimos un tratamiento.

Esto le da una lógica a nuestras intervenciones que no quedan determinadas por la intuición o la sola ocurrencia del analista y hace también de nuestra experiencia algo transmisible y sujeto a una lógica, condición fundamental para estar dentro del campo de las ciencias.

* Psicoanalista. Integrante del equipo de Adultos del Centro de Salud Mental N°3 “A. Ameghino”. Extracto del libro Estrategias ante lo real. Constitución subjetiva, efectos en la clínica psicoanalítica, de reciente aparición. Letra Viva editorial.

1 Entiendo por presentaciones clínicas a la lógica que podemos darle desde el marco conceptual del psicoanálisis al relato o a la mostración que hace un sujeto de su padecimiento.

2 Lacan, J. “La significación del falo”. Escritos 2. México. Siglo XXI editores. 1975. Pág. 665.

 

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-311077-2016-10-06.html

 

Las pasiones que nos gobiernan

El Psicoanálisis toma en cuenta un cuerpo que goza,
atravesado por las pasiones y un cuerpo–sede de afectos
siendo la angustia el afecto entre los afectos.

Por Luis Tudanca

Nietzsche dice que las convicciones son cárceles. La referencia es a un absoluto a distinguir de las convicciones en determinadas circunstancias. Esto obliga a revisar, cada vez, las convicciones de uno. Revisar no implica una posición relativista que pueda transformarse en otro absoluto de orientación contraria. Afirma Nietzsche: «Existen muchas cosas que no se alcanzan sino por una convicción. La gran pasión necesita convicciones, las usa pero no se somete a ellas». En ese sentido, el sábado 1º de octubre la sección Rosario de la EOL organiza sus 18ª jornadas anuales en torno al tema «Afectos y pasiones contemporáneas», un título provocador.

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Empezar con Nietzsche este comentario se debe a que este autor piensa que los seres humanos no es que tienen pasiones sino que las pasiones nos tienen a nosotros, nos gobiernan. Spinoza se cuidaba de no burlarse de las acciones humanas, ni deplorarlas, ni detestarlas, sino de entenderlas.

¿Se pueden entender las pasiones habida cuenta del parentesco que tienen muchas veces con acciones alocadas? Pero puede ocurrir lo contrario: pasiones flojas o directamente la ausencia de pasiones. ¿Diríamos entonces que los dos extremos son «malos»? Si volvemos a Nietzsche ¿Cómo sería usar pero no someterse a las pasiones?

Parece una vía fértil para encarar el tema. No se trata de disminución o aumento, ni de debilidad o fortaleza, ni de sometimiento ni de regulación sino de uso, de encontrar alguna utilidad tal cual se presentan en uno. O, como le gustaba decir a Spinoza, no dilapidar la potencia.

¿Sumaríamos en esta perspectiva el pensamiento letrado chino, abrazando el no–actuar como el fundamento de lo que hay que lograr en el tratamiento de las pasiones?

Aclaración: no–actuar no es inacción pero tampoco es activismo.

Pero ofrece la posibilidad de obtener un pleno rendimiento de la eficacia que se transforma así en una eficacia indirecta disminuyendo la injerencia de nuestra acción.

Todas estas perspectivas abordan una parte del problema y, en lo que circunscriben, lo hacen muy bien.

El Psicoanálisis aplica estas ideas a lo que surge a partir de su práctica. De dicha práctica se desprende que no es un buen camino catalogar cuantitativamente a las pasiones.

Ellas no son un más o un menos en la vida de cada uno de nosotros. Las pasiones, como así también los afectos, están arraigados en el cuerpo.

El Psicoanálisis toma en cuenta un cuerpo que goza, atravesado por las pasiones y un cuerpo–sede de afectos siendo la angustia el afecto entre los afectos.

Se trata entonces de saber hacer con las pasiones, con las que nos tocaron, con las que hicieron marca en nuestra vida, con las que orientan nuestros «gustos».

La decisión ignorada de cómo encauzarlas cada vez, teniendo en cuenta al otro, al semejante, empujando o relegando según la ocasión lo que nos brota, esperando el momento oportuno de la acción directa o de la no-acción es la apuesta.

Es y no es la prudencia aristotélica, la cautela que propone Spinoza, cierto desapego, distancia, el pudor del bien–decir lacaniano.

* Psicoanalista. Director de la EOL. Miembro AMP.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/21-56476-2016-09-15.html

Psicoanálisis y miedos sociales

Por Oscar Ranzani y Andrea Lifzyc

Residente en Francia desde hace casi cincuenta años, el doctor Juan David Nasio opinó sobre los atentados de París del 13 noviembre de 2015, que consistieron en varios ataques terroristas cometidos en la capital francesa y su suburbio de Saint-Denis, perpetrados en su mayoría por atacantes suicidas en los que murieron 137 personas y otras 415 resultaron heridas. “Es un tema muy difícil en este momento. La gente está con mucho miedo. En los cincuenta años que tengo de vivir en Francia, nunca he visto un estado de tanta inseguridad”, confiesa Nasio. “Yo estaba en el aeropuerto Charles de Gaulle dispuesto a tomar el avión hacia la Argentina y tenía miedo. No es normal, nunca me pasó eso. No era un miedo grave, pero estaba inquieto”, agrega.

–¿Cómo puede ayudar el psicoanálisis a una sociedad con miedo, a vencer el miedo social?

–Pienso que uno de los problemas es que muchos psicoanalistas quieren dar respuesta a todo. Y frente a la pregunta, debo decir: “Espere, ya bastante que resolvemos ciertos problemas con pacientes individuales, tenemos una inmensa influencia en los diferentes sectores de la vida social”. Gracias al psicoanálisis se han modificado muchísimo los servicios hospitalarios psiquiátricos. En la época en que yo comencé los psicoanalistas de Buenos Aires iban hasta Lanús para enseñarnos psicoanálisis y para que hubiera una influencia en el hospital. Los psicoanalistas han influenciado mucho en todo lo que son cambios sociales y también en el arte. Pero no tenemos solución para los problemas sociales graves. El nuestro es un campo limitado.

–¿Le tocó trabajar como analista con familiares de víctimas de los atentados?

–No, pero me tocó tener supervisiones de analistas. Por ejemplo, una psicoanalista que recibía a un paciente que estuvo en el atentado del teatro Le Bataclan y que fue uno de los sobrevivientes. A través de ella, pude escuchar el testimonio de este hombre que estuvo allí cuando entraron los terroristas a matar y a provocar una terrible masacre. Y él se tiró al suelo. Justamente era interesante porque el paciente era un hombre que bebía. Y cuando llegaron los terroristas, en el momento en que él se tiró al suelo ya estaba medio bebido. Entonces, no vivió el trauma. Esto es muy importante: amortiguó el trauma. Dijo que cuando estaba en el piso haciéndose el muerto había alguien al lado que también se hacía el muerto y que hizo un gemido. El le dijo: “Callate”. Este paciente tomó una actitud protectora del hombre que estaba al lado. Y los dos se hicieron los muertos para no ser asesinados por los terroristas. En la supervisión, la psicoanalista me preguntó: “¿Cómo es posible? Tengo un paciente que estuvo en el atentado y no me da la impresión de que haya sido traumatizado”. No era un alcohólico, pero era un hombre que tomaba siempre.

–Tal vez lo sostenía de algunos otros posibles traumas y no sólo de aquel del atentado…

–Sí, por supuesto. Pero yo no he tenido familias de muertos en los atentados, pero sí esta experiencia que puede ser útil. Nunca hablé esto con nadie, pero es muy interesante el fenómeno de un sobreviviente del atentado de Le Bataclan.

–¿Y analizó sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial?

–Ese es otro problema. He tenido pacientes que eran nietos, hijos y, en algunos casos, personas ligadas a la Shoá. Eso sí. Está ahí el problema de la culpa de los sobrevivientes de la Shoá.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/subnotas/9-78808-2016-08-18.html