La intimidad insoportable del amor

Por Luciano Lutereau*

Para el neurótico, deseo e intimidad son excluyentes. En la cotidianidad, el deseo inviste otros escenarios, fuga.

Una pareja puede conversar durante horas y fingir entrar en confianza y conocerse. Hablar de política, libros y música, presentarse los personajes familiares con anécdotas divertidas, o tristes; hasta que llega el momento de la verdad: ella tiene «superfinos», él va a buscar «con espermicida».

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La «no relación sexual» es el efecto subjetivo que siempre se produce cuando llega el momento de los preservativos. Nadie es indiferente a la marca y color. Algo parecido pasa con los cigarrillos: se pueden fumar los de otro, por amor o necesidad, pero cada uno tiene los suyos. Como con el deseo, el forro es el forro del Otro (y a veces el Otro es un forro). Como dice un cuento de Cortázar: «Y después de hacer todo lo que hacen van volviendo a ser lo que no son». En este sentido, intimidad es mucho más que el mero encuentro de dos cuerpos.

Un fenómeno típico de las neurosis es la deserotización de la intimidad. Es algo corriente: en el mejor momento, cuando la vida se vuelve estable, la felicidad cotidiana demuestra su sabor amargo. Entonces el deseo inviste otros escenarios, hace su fuga hacia la irrealidad de la fantasía actuada. Para el neurótico, deseo e intimidad son excluyentes, porque la intimidad se desplaza hacia otros vínculos de intimidad forzada.

Esto es lo que permite el análisis: el artificio del amor de transferencia o, mejor dicho, la intimidad artificial de la transferencia. En ese desplazamiento, siempre se trata de una fantasía: de embarazo, de pérdida de libertad, de sofocación en la histeria femenina que seduce al impotente de turno; de la fantasía de goce de la oportunidad en el varón obsesivo que llega con hambre y ganas de dormir, demasiado cansado para intimar. La neurosis es una defensa respecto de la intimidad.

Asimismo, la distinción entre neurosis y psicosis no es entre dos modos de ser o esencias, sino entre dos formas de situarse respecto de la intimidad de una deuda. Psicótica es la manera de responder a una deuda imposible de saldar, para la que no existe pago y que, por lo tanto, puede pagarse hasta con la propia vida; es una deuda sin resto, o cuyo resto puede ser el sujeto mismo, como lo demuestra la transferencia que, en las psicosis, puede llevar a que paguen honorarios delirantes (a un analista «loco», ya que cree que su acto lo vale) o que puedan ir a sesión en cualquier momento sin condiciones (entonces pagan con tiempo). El neurótico, en cambio, resiste: olvida el pago, lo metaforiza como símbolo de amor, le añade ese regalo que el dinero no puede comprar, etc. En fin: parcializa la deuda o, mejor dicho, hace del pago la ocasión de una deuda filiatoria. Lo demuestra la histérica con sus fantasías de embarazo, el obsesivo con su búsqueda de autorización de la paternidad. El psicótico no puede transformar la deuda en filiación, por eso no tiene más remedio que crear una nueva raza (el paranoico) o un nuevo idioma (el esquizo).

Al primer tipo de deuda se lo llama «Madre», al segundo «Padre»; por eso a veces se habla de la captura del psicótico en el lazo materno, o bien es correcto decir que el padre es «el operador estructural de las neurosis». También habría que agregar que buena parte del análisis de un neurótico transita el lazo de la deuda materna, a quien no se le puede pagar la existencia, fundamento de la culpa más inhibitoria.

Por eso es corriente que los kleinianos hablen de «núcleo psicótico» en las neurosis. Es una idea teóricamente forzada, pero clínicamente muy justa. Lo importante, de cualquier modo, es que todas estas distinciones se basan en la intimidad del dispositivo, en el modo de leer el uso del tiempo y el dinero como vías del tratamiento. Si no, ¿de qué serviría hablar de neurosis y psicosis?

*Doctor en Filosofía y Doctor en Psicología, UBA, docente e investigador. Coordina la Licenciatura en Filosofía de UCES. Publicó los libros Ya no hay hombres. Ensayos sobre la destitución masculina (Galerna, 2016), Edipo y violencia. ¿Por qué los hombres odian a las mujeres? (Letras del Sur, 2017), y otros.

 

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/74633-la-intimidad-insoportable-del-amor

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